Vaya manera de repartir culpas y de pretender eludir responsabilidades. Se perdieron las formas, el rubor, el sonrojo y el recato ausentes. Ante el océano de sangre y lágrimas, por muertes y desaparecidos, las autoridades pierden piso y pasan a las acusaciones y agresiones verbales. El Presidente se niega a cumplir con sus obligaciones, y cuando ve la estadística y sufre el reclamo social, por los muertos y desaparecidos, se cierra, enterca y, ya necio, en vez de recapacitar, abre frentes por todos lados, ahora suma como rivales a la jerarquía católica y la compañía Jesuita…