La vida de los partidos, y más la de un país, es diferente en la medida del tiempo al de las personas. Nosotros tenemos un promedio de vida, pero los partidos pueden permanecer y, por supuesto, muy por arriba está el tiempo de una nación, que aunque se transforma, permanece. México ha superado tres grandes movimientos: La independencia, que fue muy diferente de cómo se hubiese querido. Hidalgo, que nunca debió ser ni considerado, menos reconocido, como Padre de la Patria. Fue cualquier otra cosa, menos el padre de nuestra amada Patria. Al sacrificio de Morelos, el verdadero héroe, el que de verdad peleó, sin ser puro, tampoco intachable es más, mucho más, que cualquiera de los héroes de barro que nos endilgaron, lástima del hijo Nepomuceno el traidor. Luego de su fusilamiento (de Morelia), siguió un tiempo de vacío de espera, apenas vivo, por una que otra escaramuza de los escasos grupos independentistas que sobrevivían, entre ellos, el de Vicente Guerrero. Y fue gracias a la traición de Agustín de Iturbide (así se llama mi otro perro, aunque sólo le decimos Agus), a la realeza que se pudo alcanzar la independencia…