Aristóteles nos veía, con razón, como animales políticos, y es que somos gregarios por naturaleza, lo cual propicia que no se pueda ni se quiera vivir solo, es obvio, entonces, que nos necesitamos unos a otros, solos no somos nada. Ignoro cómo nos volvimos una sociedad, a partir de una pareja, pero vale más no averiguar, menos polemizar. Porque ese es el pleito, diría el gangoso. Mejor volvamos al tema. Sin embargo, resulta natural que en ese sistema social único de convivencia e interacción haya problemas, de ahí que nos hemos tenido que dar los llamados “acuerdos sociales” que conocemos como leyes. Sin embargo, pese a las terribles experiencias de haber sido esclavizados en la colonización, luego invadidos, vencidos y despojados, y hasta llegar a pelear entre nosotros para ponernos de acuerdo, pareciera que no aprendemos, y que la historia nada nos ha enseñado, y que aunque distorsionada y engañosa, es esa historia, la que debería ser suficiente para no caer en las mismas trampas. Sin embargo, 164 años después, estamos más divididos que nunca, el odio sembrado entre nosotros, ya tiene cosecha y nos amenaza, y carcome por dentro, con el riesgo del retroceso más grave de la historia de México. Qué dilema! Elegir bando obligados por quien pretende revivir y mantener viva aquella lucha fratricida entre liberales y conservadores…