Eduardo Almeida puede parecer una persona que dejó o permitió que un compadre abusara de su amistad. La palabra resultante es muy dura, pero no es extraño que haya personas así, que salten por un amigo y hagan cosas que los ponen en peligro patrimonial, no es el caso, porque Almeida trabaja y tiene más que eso. Pero en el caso de Hefesto Corral, labioso, ladino y cínico es capaz de convencer a Dios para que lo deje volver a nacer. Nadie le ha hecho tanto daño a Chihuahua como este rufián; nadie se ha cebado tanto con el poder como este sátrapa de la política que usó el poder para satisfacer sus pasiones y tomar venganza de los molinos de viento. Ninguno de los encarcelados le hizo nada, ni a él ni a Chihuahua, todos los juicios los perdió y nada pudo demostrar de su bandera de campaña “justicia para Chihuahua” no hubo justicia, ni presos con sentencia. Lo que sí hubo fueron extorsiones, torturas y persecución de familias para sus aviesos y depravados gustos. Lalo Almeida es víctima de un pillo disfrazado de arcángel que creyó estar a la altura de los dioses y que hoy sufre el castigo del diablo. Es repudiado en la sociedad, odiado por quienes algunas vez le estrecharon la mano y aborrecido entre los políticos que sufren descrédito generalizado por sujetos como este que carecen de escrúpulos y de vergüenza. Gentuza como él tienen en el basurero a los partidos y a los políticos del país…