Fue la promesa de la noche del 24 de noviembre: lo mejor para el final. Después de ver a todos los demás favoritos o pretendientes pisar los hermosos y muy verdes céspedes de Qatar (y sin duda saborear el celo-pata saudí al vecino y rival argentino), Brasil finalmente debutó su Copa del Mundo.
Este Brasil que todo el mundo ve muy bonito, y que se da la vuelta fácilmente al cumplido, ha justificado esa paciencia. Una victoria 2-0 sobre Serbia en el estadio de Lusail por un Seleçao de dos caras. Cono y sordo en el primer período, liberado y alegre en el segundo, con un gran detalle.
Pero un hombre claudicó y la preocupación se insinúa por todas partes y arruina la fiesta. Postrado en el banquillo, Neymar (quien salió en el minuto 78) esconde su angustia y limpia sus lágrimas en su camiseta amarilla tan querida por su corazón. En ese momento, piensa en lo peor. ¿Cómo podría ser de otra manera? Diez minutos antes, su tobillo derecho giró tras un mal encuentro con los tacos del defensa Nikola Milenkovic.
Con “Ney”, la dramaturgia nunca está muy lejos. En 2014, el hijo de Santos dejó su Copa del Mundo en una silla de ruedas, atropellado por una rodilla del colombiano Camilo Zuniga en los cuartos de final (tercera vértebra agrietada). Obviamente, Brasil piensa en lo peor, pero sus socios intentan dar una palabra tranquilizadora frente a micrófonos y cámaras. “Por lo que vi, Neymar se veía bien y tenía hielo en el pie”, informa Alex Sandro. Espero que pueda estar con nosotros en el próximo entrenamiento. El defensor empuja demasiado al optimismo.
Poco después, el médico del equipo dio un primer veredicto en caliente. Neymar tiene un esguince en el tobillo con hinchazón, pero aún no sabemos si es grave. Ahora es solo cuestión de tiempo y un poco de paciencia”, dice Rodrigo Lasmar, entrevistado por la radio Itatiaia. El brasileño debe volver a examinar su tobillo el viernes, antes de realizar posibles exámenes el sábado o el domingo. Pero su presencia contra Suiza el lunes ya parece hipotética.
La maravilla de Richarlison
En Doha, el jugador del Paris-Saint-Germain y sus compañeros de equipo viven ocultos, entrenan a puerta cerrada, y no importa para sus seguidores, que deben conformarse con un Neymar de carteles y carteles por todas partes. En caso de forfait, seguirá siendo su imagen y sus remordimientos. Aquellos de no ver hasta dónde puede llevar la redención de la estrella, iniciada por un verano finalmente estudioso y prolongado por un comienzo de temporada petadrante. Un hombre no lo duda: Tito. “Puedes estar seguro de que Neymar volverá a jugar en esta Copa del Mundo, estoy absolutamente seguro”, dice su entrenador, sin avanzar para dar una fecha límite.
Le Monde
Que bueno, por payaso. Está peor que una diva.