Hay un libro milenario que casi todos tenemos, pocos lo leemos y menos, todavía, le entendemos. Se llama el Arte de la Guerra de Sun Tzu: un militar que aconsejaba, entre muchas otras estrategias, “conócete a ti mismo y conoce a tu enemigo” y “toda batalla es ganada, antes de ser librada”. Es una obra para comprender las raíces de un conflicto y buscar una solución.
Resulta obvio que Javier Corral nunca pensó que sus víctimas acudieran a la Comisión Nacional de Derechos Humanos; menos consideró que pasaran el Protocolo de Estambul y que de ahí en delante habría razón para proceder a revertir abusos y violaciones a los derechos humanos. Siempre vendió la idea de que todos en el gabinete de Duarte eran culpables de corrupción, y decidió ir por ellos, pero no sólo para procurar justicia, sino pensando que si habían robado, o cometido peculado, tendrían dinero y fue cuando decidió extorsionarlos y vender la impartición de justicia según el billete; por ejemplo, cuando molestó a Pedro Hernández? Por qué no lo hizo, acaso en la dependencia donde él estaba todo salió pulcro y limpio? Le pagaría algo a Javier por no ser molestado? A Everardo Medina que construyó la Ciudad Judicial? No nos cuenten que ese edificio está al 100, porque cada vez que alguien entra se nota por todos lados la pésima construcción. Acaso cobró Javier por voltear para otro lado? Le pagarían una cantidad específica para no ser investigados? Llama la atención? Creo que sí.
En cambio, se ensañó con los que no pudieron comprar inocencia. Y si no tenían con qué? Porque para pagar la extorsión tuvieron que vender sus bienes, amén de aguantar la tortura y la cárcel. Pensó que eran enemigos pequeños? Qué ninguno de ellos tenía la estatura para ganarle, como efectivamente, le ganaron todos los juicios por la vía de los amparos federales? Pensó que se saldría con la suya y quedaría impune y con los bolsillos repletos? Hoy, Corral sabe que no hay enemigo pequeño, que la justicia lo alcanza y que muy pronto rendirá cuentas. Algunos periodistas me cuestionan qué por qué les digo víctimas, y todos han recibido la misma respuesta: tal vez alguno o más de uno, no lo fuera, pero los convirtió en víctimas con sus atropellos y abusos de poder. Así de claro. Y de los encarcelados, algunos lograron salir por echar de cabeza a quienes antes eran sus amigos, aunque tuvieran que declarar mentira o firmar alguna declaración falsa, lo cual deja ver que no todos tienen el temple ni el carácter, menos la hombría para aguantar más de 4 años en la cárcel y no soltar prenda ni firmar falsedades. Uno se define a sí mismo con sus acciones. Y cada quien sabe en su fuero interno cuándo era verdad y cuándo mintieron con tal de salir libres o quedar impunes, como el caso de Jaime Herrera Corral, que pasea lindo y orondo, aunque sabe que se le repudia socialmente, porque él no sólo declaró y firmó lo que le pidieron, sino que él mismo fue a ofrecerse como traidor.