La peor canallada cometida por Javier Corral, fue dejar morir en su celda de San Guillermo a un ser humano, a un hombre bueno, a un excelente padre de familia, cuyo nombre era Lázaro López. El covid le quitó la vida, pero no tenía por qué ser así. El que escribe ha tenido el contagio dos veces. La muerte de Lázaro es responsabilidad penal por omisión criminal de refutar una y otra vez al médico y negar la salida pese a las órdenes firmadas de llevarlo a un hospital.
Javier Corral sabe que esa muerte es suya. Porque él, y sólo él, le negó el permiso. Y lo peor es que lo ocultó, como ocultó el dictamen de inocencia, que lo exoneraba junto a sus coacusados, además de la saña contra la familia a quien jamás informó de nada ni les entregó el cuerpo. Y ahora que se sabe todo, de la inocencia absoluta, de la exoneración de Lázaro, nos invade una rabia infinita porque su cuerpo sigue en algún refrigerador. El sufrimiento de Lázaro fue y es indescriptible, nadie podría imaginarlo, pero el de su familia sigue siendo espantoso y es una lápida en la espalda de quien esté en la Fiscalía, hasta que entreguen ese cuerpo y ofrezcan la disculpa pública oficial y la pensión vitalicia a su familia porque es un crimen de estado, no por culpa de este gobierno, sino en nombre del gobierno de Chihuahua, que antes representó el sátrapa de Corral.
Pero, ¿qué se podía esperar de alguien tan enfermo como Corral? Alguien a quien el síndrome del abandono y los complejos; seguramente fruto de los abusos que sufrió de niño, lo convirtieron en un monstruo que sólo sabe abusar, dañar y odiar. Lo único que sabe es destruir, no hay obra que se recuerde de su gobierno. Los compañeros de celda y patio de Lázaro, alguna vez se lamentaban muy condolidos y dicen que deliraba: “ya no tengo esperanza, no espero nada. Estoy muy enojado, no me atienden, las órdenes del doctor me las cambian y luego mandan a otro médico a que me diga que sólo tengo ansiedad y depresión, pero sé que no es así, tengo tos, no puedo ni respirar, ya no me puedo mantener despierto, ni ganas de comer. Yo sólo sé que amo a mi esposa, a mis hijas, por sobre todas las cosas, que Dios me cuide y a ellas y a todos ustedes que están aquí, también…” Ya en plena agonía, un médico se atrevió y lo sacó de ahí, con o sin permiso, no se sabe cómo, pero era tarde, dos horas después murió en el hospital. Javier Corral le llama “Justicia para Chihuahua” y no quiere recordar a un Lázaro exonerado, Otho Valles exonerado, menos que Jesús Esparza tiene un amparo, en el que el juzgador federal señala que no debió ser ni siquiera sujeto a proceso. Y sigue la lista… pero Javier sigue gritando que lo persiguen, que es venganza. Ojalá lo fuera, lo merece, pero no, no señor, es el brazo de la justicia el que debe alcanzarlo, es la deuda social la que debe pagar, el daño lo hizo por no saber vivir en comunidad. A Dios es al que debe temer, no a la venganza de nadie. Hay un programa que se llama “mil maneras de morir”, y habría ideas si se convocara, pero eso ratificaría que la justicia no existe, que el gobierno es un ejecutor como se creyó él, ¡y vaya que se aplicó! Javier Corral hizo daño con el poder, bien dijo Goethe: Los pecados escriben la historia, el bien es silencioso.
Sus locuras trascenderán el tiempo, y su ejemplo será una experiencia para quienes lo creen amigo. En Chihuahua sólo extorsionó por dinero, instaló cámaras para ver las torturas en su celular y a los presos siendo levantados a media noche para verlos desnudos en el patio de la prisión. ¡Qué perversidad! ¡Qué manera de hacer una carrera legislativa envidiable y luego al llegar la gloria: gobernar Chihuahua por 5 años, tirar todo a la basura!
Inmolarse es poco, pero desparramó odio y dañó a muchos, desfalcó al estado y dejó a los chihuahuenses horrorizados con sus desviaciones macabras. Pero no solo con Lázaro violentó el proceso y lo dejó morir, sino también con los que (a lo mejor) no eran inocentes, pero los volvió víctimas, por su barbarie y abuso. No señor, no es venganza de nadie. Usted dede enfrentar la justicia, aunque sea lo único que se haga; muchos quisieran más, pero no podemos ser iguales que usted Señor Corral, para eso hay reglas sociales que se llaman leyes. Espere un poco, un poquito …
Chihuahua en el escenario nacional electoral es apenas un tres por ciento. Nuestro estado, el más extenso, no tiene tanta población, pero ha sido y es un gran laboratorio político de México, y cuna de los tres grandes movimientos históricos del país. Hoy que las circunstancias nos presentan un panorama difícil, con el dominio de un hombre y su gobierno autoritario, con riesgo de ir hacia estadios en donde nadie vive, sino apenas sobrevive, como son Nicaragua, Venezuela o Cuba, tenemos que sumar nuestro esfuerzo al de todos los mexicanos inconformes con el actual sistema. Pero, pese a que de la periferia al centro se presentan los grandes cambios, y así lo demuestra la historia, hoy Chihuahua no tiene presencia nacional, y no la tiene porque no hay quien se ocupe de promover lo que es Chihuahua y su gente, ni lo que hace, ni lo que logra, pese al desierto, la montaña y la llanura. Chihuahua requiere de recuperar su lugar y para ello tiene que ir a donde se hace la política, al centro, y hacer oír su voz. Ya hemos oído a la Gobernadora en dos o tres ocasiones, pero hace falta constancia, disciplina y entrega para lograr un lugar y ser escuchados. Chihuahua tiene acervo político del más alto nivel en varios de los partidos políticos, pero hasta ahora no se ha logrado llegar a la cúspide. Ya es tiempo de que los chihuahuenses hagamos algo más, de lo mucho que se hizo en otros tiempos, para que nuestro país enderece su camino. Tenemos con quién y se sabe cómo, lo que falta es hacerse notar y dejar ver. Hoy más que nunca carecemos de candidato o candidata que sea capaz de enfrentar al que ya domina el país, basado en la división y la polarización, pretendiendo regresar a las épocas de los conservadores y los liberales. No, ese no es México, lo fue, y costó una guerra fratricida con medio millón de muertes, ahora tenemos que salir con los valores políticos que tenemos y que podemos promover en todo el país. Es una obligación política el presentar una opción entre las que ya se manejan, pero se requiere más, mucho más de lo que se hace actualmente. O le entramos a los cambios necesarios o nos quedamos mirando cómo nos destrozan y nos llevan al abismo social. Tenemos el deber de contribuir con lo que hay, y no es poco, porque lo que hay es valor, lealtad y amor por el país. Hay que decidirse y se sabe quién tiene la palabra, es cuestión de decisiones no de esperar bendiciones. Los milagros se construyen, nunca se piden ni llegan solos. Hay que hacerlo, el tiempo apremia y los que andan en el ejercicio político se están viendo muy lentos y casi conformes con lo que se ve venir, hay que romper los paradigmas y salir a hacer política