Hoy haré un resumen de lo que he dicho encumbró a AMLO. Muchos creen que la gente votó por él por su carisma, habilidad política y su capacidad de comunicación. En realidad, he sostenido que la gente votó por él por el hartazgo de los gobiernos que le precedieron. La etapa del desarrollo estabilizador llegó a su fin con el populismo de Luis Echeverría, la enorme corrupción y nepotismo de José López Portillo. Luego, con la llegada de los tecnócratas se olvidaron de la praxis política y prevaleció la toma de decisiones en base a lineamientos ortodoxos o apegados a la economía y su globalización. Abandonaron a los indígenas, -más que los anteriores- a los humildes, y se constituyeron en una burocracia dorada que imponía sus reglas basados en la macroeconomía e ignorando la interior o microeconomía que debe procurar la aplicación del presupuesto en seguridad, salud, educación, trabajo e infraestructura. La gente empobreció y los ricos fueron cada vez más ricos. De 1982 a 2018 todos fueron omisos ante las demandas sociales. En esas condiciones la gente estaba harta de todo, principalmente de ver cómo se enriquecían los grandes patrones y la misma burocracia dorada. Eso detonó la enorme votación del 2018 a favor de una nueva esperanza que ofrecía devolver el país a los orígenes de la justicia social. Y lo hubiera logrado si hace lo que dijo que haría, pero al llegar al poder perdió sus ofrecimientos y surgió el rencor y el odio que nos llevaron a la peor crisis que jamás hallamos tenido. Por eso debemos cambiar como sociedad, estamos obligados a despertar y a reconstruir el país, pero no para regresar al pasado sino para superar este horrible presente. Y tenemos que hacerlo desde la sociedad o no podremos salvarnos de la debacle.