Me ha tocado vivir las tragedias de varios gobiernos indolentes con los migrantes, a quienes llaman ilegales, cuando migrar es un derecho. Recuerdo la tragedia de San Fernando en Tamaulipas y ahora ésta de Ciudad Juárez.
Puedo sumar tres más que no tienen que ver con migrantes pero que son tragedias similares; la del 2 de octubre, la de10 de junio de 1971, la de la guardería ABC y la desaparición de los 43 de Ayotzinapa. De todos, sólo Díaz Ordaz asumió las consecuencias, en el discurso y trató de justificar al Estado, sin lograrlo. Los demás han tratado de escurrirse de asumir la responsabilidad.
Todas estas tragedias tuvieron un costo político, que hoy en día no se olvida, quieran o no. Mi generación ha sido testigo de todas. La pudrición del poder no cambia y siguen tratando de tapar el sol con un dedo.
La gente no es, no puede ser, moneda de cambio para sacar ventaja en el trato entre países. Desde Ronald Reagan a la fecha, los presidentes han hecho el trabajo sucio a los Estados Unidos en su política migratoria.
El antes y el después de AMLO, será esta tragedia cuya única culpa es del Estado Mexicano. Tratar como presos a los migrantes por no tener albergues y no abrir ese candado, es lo que se califica como crimen de Estado, más allá de la clara responsabilidad penal de quienes estaban ahí.
Esa es culpa. La otra es responsabilidad del Estado.