Porfirio Díaz se levantó en armas dos veces, después de recuperar el país de la invasión francesa. Primero contra Benito Juárez con el Plan de La Noria, y, posteriormente, contra Sebastián Lerdo de Tejada con el Plan de Tuxtepec.
Ya instalado en la silla presidencial se impone la dictadura del hijo del criollo y la indígena que se afrancesó y gobernó hasta 1911. La primera rebelión se queda sin causa a la muerte de Juárez, y con el triunfo del segundo plan, Díaz asume la presidencia. Dos veces es interino por unos días primero, por meses después, y luego vía elección. Y tras el juego político con Manuel González, a partir de 1884 en forma ininterrumpida hasta su exilio a Francia donde muere 4 años después.
Su cuerpo sigue allá. Su participación en el Plan de Iguala para derrocar a Santa Anna, en la Guerra de Reforma y en la segunda invasión francesa y el segundo imperio lo pusieron en suerte de pretender el poder.
La obsesión de Juárez impide que se de la Nación que soñaba. La alternancia podría haber salvado sus esfuerzos y las Leyes de Reforma se podrían haber hecho realidad, que hasta la fecha son parte papel, parte verdad y otra parte, la eterna simulación hasta la fecha.
En el porfiriato el indio y la plebe vivirían otra larga etapa de pobreza, robo y explotación por el hacendado, que en ese tiempo era el bandido que controlaba al pueblo. Como los criminales organizados hoy en día.
¿Y los votos? Nadie los necesitaba, ¿Para qué preocuparse? México era país de clases y la plebe y la indiada no la tenían… Aunque sus dos indios más destacados eran Juárez y Díaz.