AMLO y su mañanera

En la forma de hacer política, el presidente Andrés Manuel introdujo su mañanera como una constante para llevar la agenda. 

Por un tiempo pudo hacerlo, pero llegó el momento en que, tal y como se espera de una persona normal, entre más habla, más tonterías dice, como yo cuando de tres horas pasé a cinco en el noticiario.

Ahora que termina su sexenio está perdido entre su palabrería o como a él le gusta llamarla: politiquería.

El presidente no tiene argumentos, se le terminaron hace tiempo, aunque parece que no se da cuenta. Ahora descalifica lo que demerita su gobierno y minimiza los acontecimientos que le reclaman.

Para él, lo que importa es que su sueño transformador continúe. Su show mañanero se ha convertido en una comedia Shakespeariana matutina en la que  dirime alegatos o impone criterios.

No se anda con medias tintas, a nadie rehuye, pelea con quien sea, lo mismo varón que mujer, individuo o grupo y últimamente, acusa recibo, con amenaza implícita. 

El presidente cuenta con que dejará a una de sus corcholatas, como heredero obediente. 

Por su mente no pasa la idea de que puede perder.

Y por eso ha maiceado a todos los que cree que puede necesitar, los más: el ejército. 

Puro negocio grande, para amarrar bien, no vaya a ser que se le rajen cuando más los necesite.

Son sus aliados más importantes los militares, marinos, guardia nacional y más de dos tercios de los gobernadores, y casi dos mil municipios.

¿Enemigo formidable? Si. ¿Invencible? Hasta ahora parece que sí. ¿Quién le puede ganar? Él mismo. Nadie más.

¿Errores? Uno: Xóchitl.

Él la lanzó. ¿De quién es?… Esa es mi duda.

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