El presidente Andrés Manuel ha estado solapando, durante el tiempo oficial de las mañaneras, que sus ayudantes en comunicación sobre seguridad pública federal se ocupen de señalar con flamígeras acusaciones y señalamientos a jueces y magistrados por sus decisiones en juzgados de distrito, colegiados de circuito, al igual que a ministros de la Corte.
Estos últimos han recibido señalamientos directos del presidente por sus decisiones.
El tema tiene que ver con un trabajo de zapa para minar a la Corte ante la opinión de la parte social que sigue la mañanera.
Una fractura entre poderes, ejecutivo y judicial, propicia este trabajo de zapa. El presidente quiere quitárselos de encima y acumular los tres poderes para él solito.
Al más numeroso, el legislativo, lo ha tenido sometido desde que asumió el poder ejecutivo.
Una república con tres poderes cuyas funciones de peso, y contra peso, da equilibrio al sistema que elegimos y que ahora está en su peor momento de la historia.
Quien tenga la razón es lo que menos importa. Lo que pasa en el país no se resuelve. Mientras ellos juegan a la gallina ciega, los mexicanos mueren, las mujeres desaparecen y el crimen organizado llena los espacios que dejan libres, mientras están en sus dimes y diretes, apoderándose del país.
Por su afán de acaparar, ha descuidado el ejercicio del poder, dejando los espacios a disposición de los delincuentes.
Pero ese vacío que llenan tiene enorme costo en sangre para los mexicanos. Pobre México. Un presidente que a diario pelea en el escenario de su show; los rivales van cambiando, pero la corte y los periodistas son sus favoritos; manda abrazos a los que no debe, y combate a los que no debería.
En fin tiene a México al revés.
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