El odio entre mexicanos está a flor de piel, basta opinar sobre un tema de política para que otros mexicanos te pretendan callar.
Nunca fuimos así. El odio y la polarización son de nuevo cuño.
Los que no doblan rodilla, o piensan distinto, son enemigos de México.
Si opinas de política es politiquería.
Si pretendes ser periodista y tu opinión no coincide, eres manipulador, no eres un medio de comunicación sino un medio de manipulación. Y tus opiniones dividen a México.
¿Será que la verdad tiene dueño? ¿Entonces quién es el dueño de la verdad? Me gustaría conocerlo para aprender a decir la verdad, pero una verdad que nadie rechace, que todos acepten.
La verdad no existe, o si existe es para unos cuantos y aún así cada uno de esos grupos la entenderá a su modo.
Y para complicar más el tema de la verdad. Un día Nietzsche escribió: La verdad se fragmenta en perspectivas; no existe una “verdad” sino una pluralidad de perspectivas sobre las cosas.
Entonces mi verdad no es igual que la de otros, ¿O lo es si pensamos igual?
Diría el clásico: no se hagan bolas…
La verdad si nos hace bolas. Ahora muy pocos entienden cuál es la verdad de todo lo que se dice.
Una verdad la defiende el presidente, otra la defendemos los que pensamos distinto, pero ¿Qué pasa cuando coincido con el presidente?
Miente él, o miento yo, porque estoy de acuerdo en parte de su gobierno, y en desacuerdo con otra parte.
¿Ven? Ya me hice bolas. ¿O no?
Creo que la verdad es como el arcoíris: cada quien ve los colores que quiere. ¿O no? Chihuahua, más bolas.
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