El más terrible de los gobiernos que ha tenido Chihuahua ha sido en la figura de un sujeto llamado Javier Corral.
La hipocresía y el histrionismo fueron su eterna fachada ante la sociedad y la gente de bien. Pudo engañar por años a muchos; pero no puede engañar para siempre a nadie.
Sus desvíos pudieron ser vistos con respeto, pero utilizó el poder como gobernador para regocijarse de esos promiscuos y escatológicos gustos.
Además de que es guevón, con G, ratero y extranjero -nació en El Paso-, no es ni ha sido mexicano.
Es chocolate, como los carros chuecos, y es chueco con todas las personas. No tiene amigos, ni es leal; tiene compinches en el Poder Judicial de Chihuahua y su desvergüenza es de tal envergadura que se arrima al presidente mostrando necesidad a sabiendas de que podría obtener una limosna.
Los magistrados de Chihuahua, iniciando con su presidenta, cargan con la desgracia de ser sus deudores y le sirven como a un sultán de gustos obscenos y depravados, que él cree son exóticos.
Su viperina lengua tiene en la cárcel a César Duarte con la complicidad de la presidenta de ese Poder Judicial que le debe obediencia perruna al pervertido que renunció al partido que le dio todo, y al que él desprestigió siempre.
Que se vaya con sus acciones escatológicas a donde haya estiércol, que es el ambiente del que disfruta.
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