FERNANDO MENDOZA J / Exprés
Mi vida está llena de historias. Son historias de personas, de hechos, de mi vida… y de mis libros. Quienes conocen mi casa saben que en cualquier lugar pueden encontrar libros, y es textual: en cualquier lugar. Y todos tienen una historia o dos o tres.
Mi hija vive en Guadalajara desde hace ya 12 años. Cuando puedo, me cuelo pretextando cualquier asunto. Disfruto Guadalajara. Y más si es por las fechas en que se celebra la Feria Internacional del Libro.
Agobiado por la pandemia, no pude estar con mi hija en 2020. En 2021 hicimos unas vacaciones inolvidables por la Ciudad de México, y luego la visité en diciembre. Semanas previas, había estado chateando con Rafa Mier, excelente y fina persona afincada en Monterrey. Quedó de presentarme a la escritora nica Ligia Urroz, ya nacionalizada mexicana.
Compré su texto Somoza, que la misma Ligia describe como “la novela del hombre que robó los sueños de una nación”, y que yo insisto que es un libro en la transición entre una novela de ficción y un texto de no ficción. Una historia novelada o una novela histórica, como se acomode.
Debía llegar yo a Guadalajara la tarde noche del primer día de diciembre, viernes de ofertas en la FIL. Pero fieles a una costumbre genética de las líneas aéreas, se canceló el vuelo y llegué a mediodía del sábado, cuando Ligia se preparaba para salir del hotel para regresar a la Ciudad de México.
Gracias a la intervención de Rafa y la amabilidad de Ligia pude alcanzarla en el lobby mientras ella esperaba el taxi para irse al aeropuerto. Fueron unos minutos que disfruté mientras Ligia me hablaba de Somoza, no ese cruel y sangriento dictador nicaragüense, sino de su novela que narra la relación de Anastasio Somoza con la familia de Ligia, y como el alma del dictador se fue pudriendo.
Novela trepidante, cuya autora es la niña, la adolescente y la jovencita que narra cómo familiarmente su padre se acerca al círculo del poder de Somoza, pero cómo termina huyendo del país sin casa nada.
Somoza, la novela, no necesita ser escrita sino desde dentro de la guerra. Por eso no se hallan allí palabras bellamente descriptivas. Es la guerra, y la guerra no tiene belleza. Allí se halla el encuentro de la joven con bombardeos, balazos, escapadas y huidas permanentes.
Ligia Urroz narra el horror con palabras claras, sin subterfugios, sin moderación. Describe cómo va desvelándose ese personaje tan cercano en una dictador sin miramientos, en un personaje que ya no reconoce como aquel con el que convivía de niña.
Novela profunda, desgarradora, llena de escenas de guerra descritas sin ambages. Un texto imprescindible para entender como una persona ordinaria se puede tornar en alguien que se pone en contra de su propia comunidad y convertirse en tirano, en demoledor, en asesino…
Al final, Ligia Urroz describe cómo su país se va tornando ya no en su hogar, sino en un lugar obscuro, lejano, no apto para vivir. Tal cual como se vive hoy, en otra dictadura, dirigida para aquel quien quiso vencer a Somoza.
Las vueltas de la vida.