En General se asocia a los regímenes autoritarios con la corrupción; incluso usan el término tiranía para calificar a los regímenes autoritarios o totalitarios.
El autoritarismo depende de la decisión del sucesor. Nuestro mejor ejemplo es Lázaro Cárdenas desterrando a Plutarco Elías Calles.
México ya ha tenido regímenes autoritarios, o de caudillos. Los tuvo en la Independencia, luego en la Reforma tuvo otros bajo régimen de excepción, y la dictadura de Porfirio. Y después de la Revolución tuvimos más caudillos.
Pero no vayamos tan atrás. Pongamos a los más recientes según la edad de quien les habla. Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez fueron autoritarios y genocidas, seguidos de la ignorancia supina en el arte de gobernar, y la frivolidad de José López Portillo que llevó a México a la quiebra.
Por fortuna de ello, vino posteriormente el rescate del país por Miguel de la Madrid Hurtado, quien con gran esfuerzo de los mexicanos, aunque a costa de su popularidad, enfrentó con responsabilidad históricas a costa de partir de cero.
Luego el mejor, Carlos Salinas de Gortari, pero la corrupción y los asesinatos empañaron su trabajo y su nombre para siempre.
Salinas fue seguido por el gris Ernesto Zedillo Ponce de León, quien logró miles de millones de dólares prestados para salvar el error de no devaluar el peso a tiempo en 1993. Zedillo dejó el país con crecimiento pero sin desarrollo.
Vino entonces la pareja presidencial que disfrutó el gobierno como Luna de Miel: Vicente Fox Quezada y Martha Sahagún.
Siguió entonces Felipe Calderón Hinojosa, quien saca al ejército de los cuarteles, quien pone al tartamudo lego en seguridad, (Genaro García Luna), con las consecuencias que no acaban. Llega después galopando la corrupción descarada y descarnada de Enrique Peña Nieto, que harta al pueblo y lo lleva al extremo de renegar de todo.
Finalmente, el pueblo escuchan a un hombre que dice lo que quieren oír; que ofrece todo lo que la gente anhela, sobre todo acabar con la corrupción.
Ese personaje, Andrés Manuel López Obrador, gana abrumadoramente en las urnas, pero al llegar a la silla cambia de opinión.
Lo demás analícelo usted.
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