FERNANDO MENDOZA J / Exprés
Llegué frente a él justo cuando dio la segunda mordida a aquel trozo de torta que parecía una tortuga marina por lo amplio del volumen que poseía. Tuve que esperar unos interminables segundos para recibir su respuesta. “No tenemos nada de ella”, me dijo mientras escondía entre sus manos el balbuceo que no entendí después que hubo tragado todo tras su suculenta mordida.
Había llegado al antepenúltimo stand del penúltimo pasillo de la última Feria Internacional del Libro de Guadalajara a la que asistí justo a la hora de la comida. Había preguntado por la novedad de Susanna Tamaro.
Mientras el dependiente llenaba su hueco bucal con la consabida Coca Cola alcancé a ver los libros que estaban justo detrás. Me llamó la atención uno con su portada azul, un azul fuerte. Debo confesar que no compro libros por sus portadas bonitas, pero este me atrajo de primera vista.
Luego que el dependiente se embuchó la tercera mordida entendió que yo deseaba su movimiento para ver aquel libro azul. Dos gotas de salsa habían caído sobre su camisa de uniforme de ventas. Sacó su pañuelo y avanzó lo suficiente para despejar el panorama. Y allí estaba La novela del agua de Maja Lunde.
El título me llevó a pensar en La forma del agua, la extraordinaria historia de Guillermo del Toro. Pero nada qué ver.
Maja Lunde es una escritora noruega, que es más conocida por sus guiones para series televisivas aunque ha logrado notable éxito con sus novelas para jóvenes, aunque esta no es de ese género.
No es la primera ni será la última novela que intenta hacer conciencia por el medio ambiente y por el cuidado de la casa común, como acostumbra llamar Papa Francisco a nuestro planeta.
Escrita a dos tiempos, La novela del agua es un llamado de alerta urgente por cuidar este vital líquido. En 2017 se desarrolla el presente, un presente incierto ya que la historia cuenta de cómo un glaciar de Noruega está siendo cortado para vender de contrabando bloques de hielo para consumo de lujo en Arabia Saudí y Qatar. Se pagan grandes cantidades para poseer estos preciados productos.
El futuro se desenvuelve en el 2041, cuando en el planeta se ha producido una severa sequía casi permanente que ha secado grandes extensiones de mares y océanos y se han desatado auténticas guerras por encontrar mínimas cantidades de agua.
Sin faltar las historias de amor, la novela va y vuelve en el tiempo para mostrarnos cómo es que el mundo ha llegado hasta donde está, qué es lo que ha hecho y no ha hecho la población para llegar al punto del desastre actual. Tanto de 2017 y 2041.
Maja Lunde se deleita en los vaivenes del tiempo para mostrarnos lo que sucede y lo que sucederá con esos desastres. Quizá esto es lo valioso de La novela del agua. A mi parecer, no es tanto la belleza del lenguaje ni la forma en que va transcurriendo la historia ni siquiera el buen manejo de los tiempos lo mejor del texto. Está en que a través de la novela se va introduciendo la necesidad de hacer algo por el medio ambiente, de hacer algo por salvaguardar el planeta, de proteger el agua.
El mérito de Maja Lunde es hacer conciencia con sus palabras de que en el presente hay que hacer mucho para que el 2041, como fecha hipotética, no llegue con ese rigor de la catástrofe.
Cualquier esfuerzo desde la literatura para hacer conciencia en ese sentido vale la pena. Aunque la forma no convenza del todo, aunque los personajes no terminen por cuajar, aunque el final sea un poco insípido…
Cuando el dependiente se me acercó sin la torta pero con la servilleta en la mano, me preguntó si me llevaba el libro, le mentí diciendo que la portada me convenció. En realidad me llamó la atención el tema. Vale la pena La novela del agua para tener esa conciencia. Es de vital urgencia cuidar el agua.
Nos leemos la próxima. ¡Hay vida!