FERNANDO MENDOZA J / Exprés
Zona E-16, 3 de la tarde. Terreno pedroso y el sol a plomo, aunque sin calentar. Cientos de personas a mi alrededor y sin un techo ni sombrilla para taparse del sol. Había llevado un bote con agua, y por ello no sufría la sed que los de alrededor sí padecían.
Estaba en Ciudad Juárez, muy cerca de la frontera con El Paso. El sol comenzaba a molestar y el agua la racionaba. Era el 17 de febrero de 2016. Cargaba en mi mochila el libro El Gran Reformador, de Austen Ivereigh, una bien documentada biografía del Papa Benedicto XVI.
De pronto, un señor de más edad que yo, se acercó y me solicitó que le tomara una fotografía. No voltee a ver su cara. Recibí instrucciones de cómo usar su celular para tomar la foto. Me retiré un poco hacia atrás para un mejor ángulo. Tres, cuatro fotos y devolví el celular. Me dio un gracias con un acento muy inglés.
Ambos esperábamos la llegada de Papa Francisco.
Algo le dije con mi acento muy mexicano. Me respondió algo ininteligible. Le dije que sí por cortesía. Sonrió. Me dijo “soy Austen Ivereigh”. Abrí los ojos como platos. Soy periodista… bueno escritor…
Heme allí tomándole fotos al biógrafo del Papa Benedicto, y además conversando tranquilamente. Intercambiamos correos electrónicos y mantuvimos unas discretas y cortas conversaciones.
Con el transcurso del tiempo intenté leer todo lo escrito por Austen. A finales del 2020, el año de la pandemia, supe que había publicado un libro-conversación con Papa Francisco y esperé pacientemente su traducción al español. No llegaba a México.
Semanas después, paseándome por amazon me topo con Soñemos juntos, precisamente ese libro esperado, ya publicado en español. Y aunque nunca he sido amante de la compra de libros por esta aplicación, mi ansiedad por leerlo no podía esperar. Diez días después estaba leyéndolo.
Soñemos juntos no tiene pierde. Todo él está plagado de profundas reflexiones de una variedad de temas por demás interesantes, haciendo hincapié en las meditaciones post covid.
Se trata de largas conversiones entre Austen y Papa Francisco, a través del método ver, juzgar y actuar. He de decir que ignoro el porqué el libro no se comercializó en México. No lo he visto en ninguna librería de nuestro país. Grave falla, a mi entender, porque es un libro muy serio que no solo los católicos debieran leer. Las editoriales sabrán porqué de esta omisión.
En muchas de las página encontramos el pensamiento muy reconocido de Papa Francisco. “Para encontrar un futuro nuevo hay que ir a la periferia”. “El covid ha dejado en evidencia la otra pandemia, la del virus de la indiferencia”. “El daño a nuestro planeta nace de perder esa conciencia de gratitud”…
Pero también grandes reflexiones de otros temas. “Los medios más corruptos son aquellos que buscan complacer a su audiencia, tergiversando los hechos para que se ajusten a sus prejuicios y temores”. “Necesitamos pasar de lo virtual a lo real, de lo abstracto a lo concreto, de la cultura del adjetivo al sustantivo”. “Es el momento para terminar con la globalización de la indiferencia y la hiperinflación del individuo”. “Existe un principio que en estos tiempos es importante recordar: las ideas se discuten, pero la realidad se discierne”…
Hay un párrafo bellísimo. “En nombre del pueblo, el populismo niega la justa participación de los actores que lo conforman, dejando que sea un determinado grupo el intérprete auténtico del sentir popular. El pueblo deja de ser pueblo y se convierte en una masa inerte manipulada por un partido o un demagogo. Las dictaduras casi siempre comienzan así: siembran el miedo en el corazón del pueblo, para luego ofrecer defenderlo de lo que teme a cambio de negarle el poder para determinar su propio futuro”.
Un libro de cabecera para leerse una y otra vez, captando las reflexiones y hacerlas nuestras.
Por cierto lo único que lamento de mi encuentro efímero con Austen Ivereigh es no haberle pedido que me dedicara su libro que en la mochila cargaba y que no atiné a sacar aquel 17 de febrero de 2016. En mal momento, mi sentido común falló.
En fin, nos leemos la próxima. ¡Hay vida!