FERNANDO MENDOZA J / Exprés
La maestra Luz Elena Alvarado, de grandísimos y gratos recuerdos, nos puso a escribir poesías y cuentos en quinto año de primaria. Era un chaval de 10 años, introvertido, listillo pero poco dado a la palabra hablada, y a la escrita nunca lo había intentado.
Heme allí, con mi cuaderno Polito rojo y mi lápiz Ticonderoga número 4 intentando sacar rimas y frases hiladas para cumplir con el requisito. Mi memoria no llega a recordar más allá de querer sobornar al idioma para hacer que rimen cuervo y ciervo. Quizá deba acudir al buen David Olivas, de memoria super privilegiada, para recodar aquellos aciagos días de mitad de los 70.
Esa fue mi experiencia con la palabra escrita.
Más tarde, mi hermano Tito me invitó en 1984 a colaborar en pequeños espacios que le habían dado a él en Notidiócesis. Deben de estar por allí desperdigados algunos textos que fueron mis primeras publicaciones. A mediados de ese año, el Padre Dizán Vázquez le pidió a Tito coordinar una página de jóvenes, que a la llegada de Antonio Moreno se llamó Quédate con nosotros. A partir de allí fueron más regulares mis apariciones.
Llegó 1985, oficialmente llamado Año Internacional de la Juventud. Se anunció la llegada a Chihuahua de Alberto Cortez y se me asignó la entrevista, mi primera entrevista, y a qué señorón…
Aunque escuchaba a Cortez, yo era más de Mocedades, Eugenia León, Tania Libertad y de Gabino Palomares. Despuecito descubrí a Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, y jamás los he soltado. Y pues quería escuchar más a Cortez para hacer mis preguntas.
Una tarde helada, gris y con amenaza de tormenta ingresé a Soriana, pasé por la sección de libros, que no estaba tan mal como ahora, y allí apareció Equipaje, mágicamente se asomó y no dudé en gastarme la mesada para adquirirlo.
Equipaje es una compilación de los cantos y reflexiones de Alberto Cortez. O sea 222 páginas de poesía, de meditaciones, de remembranzas, de amistad, de amores, de tantas y cuántas cosas que se podrían resumir en una sola palabra: sabiduría.
Abre con la letra del canto que da nombre al libro. Se divide en dos capítulos: Maletín de cosas sueltas y primeras y Varias maletas de canciones.
No sólo son las letras de las canciones, sino también pequeñas poesías que nunca llegaron a musicalizarse. También contiene reflexiones, algunas de las cuales transmitía entre canto y canto en sus conciertos. Incluso, hay pequeños cuentos. Un mosaico de la palabra de Alberto Cortez.
Abro un pequeño paréntesis. El domingo antepasado platicaba con mi hijo Fer y con la Fer, mientras Ethan gateaba al pie de la escalera, sobre Alberto Cortez, a quien ellos no conocían. Después de un severo regaño por desconocer a este ilustre soñador, me quedé pensando en lo poco que nuestra generación le ha enseñado de gustos musicales a esta generación. Cierro paréntesis.
No podían faltar en Equipaje aquello de Cuando un amigo se va, Te llegará una rosa, Letanías al sembrador ausente, Callejero, Mi árbol y yo, Ave caída.. y a la vez que ahora los leo, mi cabeza canta y canta al ritmo de la potente voz que tenía Cortez.
Equipaje es un libro de Cortez para toda una generación que creció con el temor de la guerra fría y que nunca perdió la esperanza de encontrarse con el amor. Cortez acompañó a esa generación ofreciéndole su poesía de amor, sus rimas de amistad, su encanto de compañía, su voz de ilusiones para hacer de un canto un sueño de futuro más cierto.
Esa generación, que pensó que acabado el siglo XX vendría un mundo más lleno de concordia y paz, y que se encontró con un tercer milenio más lleno de prisa y más ausente de contemplación. Por eso, esa generación se ha quedado con la contemplación de Cortez, ese Cortez tan enamorado de la palabra exacta, ese Cortez que se anima a cantarle a ese perro tan callejero de derecho propio como a aquel árbol que se plantó en el límite del patio. Ese Cortez que tenía la facultad de aconsejar caminar siempre adelante. Ese Cortez que llora porque un amigo se va.
En fin, Equipaje es un libro sensacional. Así, solo con esa palabra.
Alberto Cortez me concedió la entrevista, mi autografió Equipaje y me habló sobre la juventud. Llegó molesto, porque hubo que venirse en tren desde Ciudad Juárez, en un vagón que no tenía vidrios y que la tormenta de nieve que caía entraba a tope con su frío extremo. Cortez venía con cuatro chamarras encima y tres bufandas, y aún así temblaba. Conmigo fue más que amable. Mi primera entrevista, y a qué señorón. Le diré a mi hija Aly que conserve este libro. Con los demás, puede hacer lo que a ella le plazca. Con este, no.
Nos leemos la próxima semana. ¡Hay vida!