Novela de ajedrez, de Stefan Zweig

FERNANDO MENDOZA J / Exprés

Desde que comencé esta aventura de contar las historias de mis libros, me han preguntado dos de mis cuatro lectores desde cuándo es mi interés por la lectura. La respuesta es clara y sencilla: no sé.

Puede ser porque en la casa paterna siempre hubo libros. Mis hermanos se encargaban de que hubiera. Tenían sus círculos de libros. Además, Javier, el de en medio, trabajó hace un buen rato en aquella editorial Círculo de Lectores, que tanto se extraña.

Puede ser porque la maestra Luz Elena Alvarado, que me dio clases en quinto y sexto año de primaria en la escuela Ángel Castellanos, nos decía una y otra vez que leyéramos.

Puede ser porque la inolvidable maestra Rafaela Parroquín, de la tres hache y gloriosa Secundaria Federal número 1, nos hizo leer varios libros. O el maestro Carlos Irigoyen, que también nos empujó a abrir libros.

Lo cierto es que para cuando ingresé al Colegio de Bachilleres ya tenía el hábito de la lectura. Además tenía el gusto de acudir a las pocas librerías que había (y que sigue habiendo) para ver y volver a ver los libros.

Fue por aquella época en que me hice aficionado a comprar colecciones, cuyos tomos se vendían cada semana. Y sigo comprando, casi como obsesión.

Gracias a ello, adquirí Novela de ajedrez, de Stefan Sweig. No había leído a este autor austriaco desde la secundaria cuando tocó al clásico 24 Horas en la vida de una mujer. Leído con interés, pero por obligación, no recuerdo mucho de su contenido. Además, han pasado más de 40 años, masomenos.

Así, una noche llena de calor quemante, con una copa de vino shiraz y un queso de envidia, tomé el pequeño tomo de Novela de ajedrez y me sumergí en la grandiosa literatura de Sweig.

Regocijo puro. Deleite desde la primera página. Agrado a cada palabra. Profundidad en la descripción de los pocos personajes que aparecen. Sin aspavientos para narrar un viaje, un tema, un pasado, un presente, un futuro, con una claridad bella, que deja gusto al terminar la última página.

Un viaje por mar hacia Sudamérica. Un campeón mundial de ajedrez, con un pasado difícil, que hace casi imposible una buena relación con el mundo real fuera del ajedrez. Un personaje, que es el narrador que en primera instancia aparece como el principal, pero que abruptamente cede ese espacio a un hombre misterioso.

Una partida de ajedrez entre el campeón y una media docena de contrincantes con un solo tablero es el punto de partida para la aparición del hombre misterioso, que sugiere no hacer un movimiento en el tablero, y que desencadena una partida en empate con el campeón mundial.

Lo importante en Novela de ajedrez ni siquiera es el ajedrez. Sweig se adentra a la vida del hombre misterioso, y a través de la narración de su vida da a conocer cómo el hombre es capaz de destruir a otros hombres, cómo puede llegar a tanta crueldad para arruinar lentamente a un semejante. El autor también muestra cómo el hombre crea mecanismos para contrarrestar el mal que le crean, para tratar de llevar una vida normal.

Pero al final, el mal sigue existiendo. Y solo con la ayuda de nuestros semejantes le podemos hacer frente. La vida del hombre misterioso ha pasado por grandes altibajos, que van recuperando su lugar dentro del mal en el desarrollo de la novela.

Sweig muestra su talento en esta su última novela. Recordar que, siendo judío, fue un gran crítico del nazismo. Por ello, se exilió en Brasil y siempre abogó por una sana convivencia, pero el horror de lo que estaba viendo lo llevó hasta el extremo. Él y su esposa se suicidaron en 1942 en plena expansión nazi.

Novela de ajedrez no concluye de la misma manera que la vida de su autor. Tampoco es una novela con gran esperanza. Es un texto lleno de pasado, y muestra cómo éste puede contribuir a no poder llevar una vida sana y feliz en el presente. Queda la idea de que el hombre es capaz de encontrar resquicios en una vida cruel para no enloquecer junto con el mal.

El campeón de ajedrez sigue con su vida ajena a todo lo demás que no sea ajedrez. El hombre misterioso se envuelve con su misterio y el pasado termina por arruinarle el presente. El narrador salva la situación entre estos dos personajes, y quizá salve el futuro.

Sweig es excelente en la descripción de sus personajes. Debo seguir leyéndolo.

Mientras tanto, la colección cuyos tomos se venden por semana seguirá mostrándome autores que leí en secundaria, al lado de mis 50 compañeros y de los excelentes maestros Rafaela e Irigoyen.

Nos leemos la próxima. ¡Hay vida!

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