FERNANDO MENDOZA J. / Exprés
El Padre Díaz llegó como todos los días al espacio amplio que había en el tercer piso del edificio de la avenida Cuauhtémoc. Dejó su red sobre aquella mesa de madera que hacía las veces de escritorio comunitario. Estaba yo sentado frente a él esperando que sacara los periódicos del día.
Eran los meses frescos de finales de algún año cercano a 1990 y no había tomado ningún café aquella mañana. El Padre Díaz sacó una revista y la dejó frente a mí. Toma, léela y aprende cómo se hace verdadero periodismo, me dijo. Era la revista española Vida Nueva.
Ya la conocía y sabía de su valía. Pero ahora tenía que estudiarla con otros ojos. Si quería aprender cómo se hace verdadero periodismo, tenía que leerla en serio. Lo hice. Cada semana la escudriñaba una y otra vez. Era una revista insignia.
Pasé horas enteras leyendo Vida Nueva por aquella época, hasta que el Padre Díaz cayó enfermo, y a su pesar tuvo que dejarse hospitalizar, y en una lenta agonía falleció un viernes a mediodía mientras yo desconsolado lloraba su pérdida. Le había hecho una promesa: alguna vez voy a escribir en Vida Nueva, ya verá padre…
En esa revista conocí a Martín Descalzo, a Pedro Miguel Lamet, a Anthony de Mello. Y también a Adela Cortina. Ella escribía una pequeña columna en una página impar y sus temas rondaban la ética y la filosofía. Leía con agrado su profundidad y facilidad para tocar esos asuntos complicados.
Pero dejé de leerla mientras no tuve contacto con Vida Nueva.
Luego, un mediodía tapatío suscitó un nuevo encuentro. Había terminado la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y mientras perdía tiempo para encaminarme al aeropuerto entré fastidiado a Sanborns. Allí estaba, medio escondida pero dispuesta a aparecer en el momento justo y exacto. Apareció Aporofobia, el rechazo del pobre. Se vino conmigo junto con los 13 kilos y medio de libros que ya había comprado.
No me arrepiento. Adela Cortina es filósofa y su especialidad es la ética. De hecho, es ella la creadora de la palabra aporofobia, que podríamos explicar como un rechazo al pobre por el hecho de ser precisamente pobre.
Cortina explica que la aporofobia no es racismo ni xenofobia. “El problema no es de xenofobia, puesto que la acogida entusiasta de turistas extranjeros contrasta con el rechazo de refugiados e inmigrantes”. Explica que la aporofobia es una actitud “de rechazo, aversión, temor y desprecio hacia el pobre, hacia el desamparado que, al menos en apariencia, no puede devolver nada bueno a cambio”.
Añade que el problema no es “de raza, de etnia ni tampoco de extranjería. El problema es de pobreza. Y lo más sensible en este caso es que hay muchos racistas y xenófobos, pero aporófobos, casi todos”.
El problema se agrava cuando existe la aporofobia incluso dentro del ambiente familiar. “Es el pobre, el áporos, el que molesta, incluso el de la propia familia, porque se vive al pariente pobre como una vergüenza que no conviene airear, mientras que es un placer presumir del pariente triunfador, bien situado en el mundo académico, político, artístico o en el de los negocios”.
Cuando aterriza el término, comienza a desglosar a las personas que caen en la aporofobia (casi todos nosotros). “El rechazo al pobre degrada a quien lo practica y es un atentado cotidiano contra la dignidad de personas concretas, con nombres y apellidos”. Tómala.
Pero Adela Cortina no solo se queda en una mera descripción de la aporofobia. Intenta diseccionar todo su concepto para plantear soluciones que lleven al mundo a erradicar la pobreza y con ello, el rechazo al pobre. Para ello, menciona la educación, una nueva moralidad (la llama ética cosmopolita) y a través de la economía.
“El recurso para orientar la conciencia personal y social en un sentido u otro ha sido tradicionalmente la educación”. “La economía es sin duda la ciencia que trata de superar la escasez, pero también, y muy especialmente, la ciencia que intenta eliminar la pobreza”.
Ya habrá oportunidad en un futuro de hablar de la ética cosmopolita, a la cual Adela Cortina le dedica un libro entero. También de la ética cordial, a la que la filósofa española le dedica otro.
Seguro que Adela Cortina se ha convertido desde mi descubrimiento al día de hoy en un referente de la ética a nivel mundial. Deberíamos acudir a ella en estos tiempos tan convulsos que vivimos en México.
Por cierto que la promesa hecha al Padre Díaz algunos pocos años antes de que falleciera se la cumplí. Gracias a Jorge Traslosheros y luego a Felipe Monroy, algunas notas se publicaron en Vida Nueva edición España. No he llegado a la calidad que solicitaba el Padre Díaz, pero creo que debe estar satisfecho. Espero. Debo decirle que extraño sus consejos, su café, sus regaños y mucho mucho su compasión.
Nos leemos la próxima. ¡Hay vida!