La vida nos da lecciones todos los días, y no dejará de hacerlo mientras estemos vivos.
Los dineros de que dispuso el todavía presidente, provienen del presupuesto, del déficit en su ejercicio cada año que se convirtió en deuda; de préstamos contratados y de todos los fondos de reserva y fideicomisos incautados a todas las dependencias del sistema.
A la presidenta le quedará una deuda manejable, pero cercana a límites nada halagüeños, por lo que será cuestión de manejo estratégico. Ingresos adicionales puede tenerlos enviando la deuda de corto plazo a más largo tiempo y contratar nueva, pero a intereses más altos.
Podría además echar mano de los fideicomisos del poder judicial, pero será una aspirina para el cáncer. Los compromisos que le dejan son altos y la dejan con escaso margen de maniobra o liquidez.
Tendrá que hacer serios recortes a la burocracia, y a los privilegios de grupos y bajar presupuesto a las dependencias, entidades federativas y órganos autónomos.
No tendrá problema porque casi todos le responden a su movimiento. Su principal enemigo es el tiempo, porque tendrá menos recursos y los compromisos serán mayores.
Sin reforma fiscal vendría un punto de quiebre, sin ella, también.
Me quiero equivocar.
¡Ojalá le vaya bien! Necesitamos que a México le vaya bien.
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