El abuelo que saltó por la ventana y se largó, de Jonas Jonasson

FERNANDO MENDOZA J. / Exprés

La historia comienza con el P. Israel Gómez, quien fue mi alumno y es ahora un gran evangelizador en las redes sociales, que alcanzó a leer una de estas historias, concretamente cuando hablé de los libros de Carlos Ruiz Zafón. Tenía algunas inquietudes sobre lo que había leído. Dialogamos a través de Twitter (me niego rotundamente a llamarlo X, porque me parece muy equis ese nombre).

El Padre Israel me comentó que comenzaría a leer El laberinto de los espíritus. Entonces yo estaba leyendo el último libro de Luis Ramón Mendoza, pero quedé que en mi próximo viaje me llevaría a Ruiz Zafón.

El próximo viaje sería a Cancún, precisamente a la boda del Fer y de la Fer, mi hijo y mi nuera. Junto con la planeación del viaje disfruto la elección de las lecturas que pienso llevar. A la par que hago la maleta, me detengo frente al librero principal y comienza el juego de la elección.

Echo los pantalones, volteo a la derecha del librero y me asomo a Yuval Noah Harari. Las sandalias, y al centro observo a Anthony de Mello. Las camisas de lino, y a la izquierda me espera Chesterton. La playera del Cruz Azul, el último de Julia Navarro. Mi sombrero de paja, Fernanda Melchor me cierro el ojo derecho. El traje impecable recién comprado, y se asoma un sueco con una sonrisa de oreja a oreja…

Mi hija Alicia me habla y me dice que el libro que se llevó no le gusta y que le recomiende alguno. Mi hijo Fer me hace algunas indicaciones. Dice que Ethan está feliz y que la Ferestá disfrutando el mar.

Cierro la maleta que se irá documentada y aún no me decido por mis lecturas. Fernanda Melchor se está convirtiendo en inseparable, pero de pronto creo que serán muchos Fer en Cancún: mi Hijo Fer, mi nuera Fer, mi nieto Ethan Fernando, la Melchor y yo… Alicia atiende mi recomendación. Le llevo La analfabeta que era un genio de los números, de Jonas Jonasson.

No quiero que la analfabeta se vaya sola. Me decanto por El abuelo que saltó por la ventana y se largó. El Padre Israel se enojará conmigo, pienso. Pero me temo que Ruiz Zafón sería un poco serio para las diversiones que me esperan en Cancún. Por si las dudas me llevo Paradise, de Fernanda Melchor, como quien esconde el chocolate que no se debe comer.

Padre Israel: te ofrezco disculpas.

Jonas Jonasson es increíble. Me divierte al punto de las lágrimas. Es asombroso en su trama. No hay página en que su ironía no se convierta en diversión pura, en sonrisa franca y abierta. No es un contador de chistes como tal, sino un genio de la diversión continuada, del escenario chistoso y además no deja pausa en su lectura divertida.

El abuelo que saltó por la ventana y se largó cuenta la historia de Allan Karlsson que en su cumpleaños número cien abandona la casa de asistencia en la que vive saltando literalmente por la ventana y se adentra a una más de las mil aventuras que ha sorteado en sus cien años de vida.

En su fuga, sin saber exactamente a dónde dirigirse, se encuentra con un joven criminal que le deja en temporal custodia una maleta con una millonaria cantidad de dinero que Allan descubre cuando ha tomado un autobús que lo deja en medio del bosque y después de llegar a una estación perdida del tren.

La novela lleva al lector a participar en las peripecias de Allan por diversas partes del mundo. A la par, Jonasson va contando la vida pasada del abuelo que lo ha llevado a conocer a diversos personajes históricos: Franco, Stalin, Churchill, la esposa de Mao… incluso en algún momento de su vida estuvo en Los Álamos, donde participó sin querer queriendo en el Proyecto Manhattan y ayudó a resolver un problema a Oppenheimer para crear la bomba atómica.

Con ese estilo tan irónico que caracteriza al escritor sueco, las páginas nos llevan a soltar carcajadas a cada momento, a reírnos de la simplicidad de Allan para resolver problemas ya admirarnos de la increíble capacidad de disfrutar de la vida de este centenario que solo ha buscado el gozo en cada instante.

Cancún es ideal para la diversión. Pero no iba exactamente a eso. Fui formal cuando fue necesario. La Misa de la boda estuvo fabulosa. Los novios, extraordinarios. La familia en su papel de acompañamiento. Platiqué agradablemente con Roge y con el P. Oscar. Tuve diálogos fraternos extraordinarios con Fer y con Alicia. Y los ratos libres, mientras disfrutaba el mar y el verdor del paisaje, Jonasson y su abuelo de cien años me dieron esos momentos formidables.

Ya me reclamó el Padre Israel. Lo peor es que estoy con Fernanda Melchor y con la Biografía de la verdad de Guillermo Hurtado. Nomás espero que el Padre Israel no se dé cuenta de que aún no tomo a Ruiz Zafón. No le vayan a decir.

Fer y Fer. Que sean extraordinariamente felices. Besos… también a Alicia y a Ethan.

Nos leemos la próxima. ¡Hay vida!

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