FERNANDO MENDOZA J. / Exprés
Hace un año exacto comencé a contar estas historias de mis libros. Por este espacio han pasado decenas de autores, la mayoría de ellos de ficción, pero también historiadores, políticos y algunos pocos de espiritualidad. He estado tentado de escribir más de estos últimos, pero he querido guardar estos autores para irlos combinando, pero creo conveniente ahora hablar de cuestiones interiores muy mías.
Hoy quiero hacer una revelación sobre una respuesta a una pregunta que me hicieron hace algunos pocos años, y que implica que hable de mis razones religiosas y espirituales. Porque también la fe se razona.
¿Crees que con el grande y grave escándalo de los miles de casos de pederastia en la Iglesia Católica esté llegando a su fin esa Iglesia a la que perteneces? Aunque tuve y tengo la certeza central a la respuesta, no era fácil abordar el asunto.
Grande y grave escándalo. Sí. Miles de casos. Sí. ¿Llegando el fin de la Iglesia Católica? No.
Estoy seguro que este grave problema no acabará con la Iglesia. Seguro. En dos mil años de existencia, la Iglesia ha pasado iguales o peores problemas y ha sobrevivido. Lo afirmo y confirmo: si la Iglesia solo fuera humana desde hace siglos hubiera desaparecido, pero también es divina y tiene la promesa de que el Señor estará con ella. Es la base de mi creencia y de mi certeza.
Tampoco intento soslayar el problema y dejarle el trabajo completo al Espíritu Santo y cruzarme de brazos. También debo decir que para muchos católicos este grave problema nos duele y nos conmueve hasta estrujar el corazón.
Por ello cuando hay películas, reportajes y libros sobre el tema los asumo como parte del problema pero sintiendo espinas corriendo por mis venas.
Así leí Las huellas del silencio, de John Boyne. Es una novela que me encontré en Sanborns una tarde en que no tenía mucho qué hacer y fui a ver novedades literarias. Por supuesto que de Boyne había leído el muy leído El niño con el pijama de rayas. Este último, sin expresar grandes maravillas literarias, sí me atrapó la historia. Por tanto, esperaba algo semejante con Las Huellas del silencio, que adquirí sin haber puesto atención en la contraportada.
Me atrapó la historia, pero en forma estrujante. Exprimí mis sentimientos. Las lágrimas afloraron una y otra vez. Aunque es novela, se acerca a la realidad y esta realidad duele y duele hasta el alma… porque es mi Iglesia, mi comunidad, el espacio y tiempo en que crecí y me formé, es mi hogar.
La historia trata de Odran Yates, un joven que pese a no tener vocación a la vida sacerdotal decide ingresar al Seminario por presiones o modelos familiares. Se ordena sacerdote y realiza su ministerio de manera más o menos ordinaria.
Cuando comienzan a salir a la luz pública los centenares de casos de pedofilia en la Iglesia en Irlanda sale a relucir el pasado de Odran. Va componiendo su pasado a manera de un rompecabezas y va desvelando un difícil pasado lleno de acosos por parte de sacerdotes católicos. Odran no es víctima directa, pero los casos que van brotando son de alrededor suyo.
En ese descubrir se va formando un modelo de comportamiento por parte de las autoridades de la Iglesia Católica: el silencio. Y es que ese silencio se vuelve cómplice. De allí el nombre de la novela, que adquiere relevancia en la medida de que va desarrollándose el texto de John Boyne.
Quizá ese silencio es tan cruel como el hecho mismo del delito. Y duele tanto más que se siguió haciendo silencio cuando los hechos se iban conociendo. Duele.
Boyne intenta ser neutral en su narración. Cierto que va dando a conocer hechos y el consabido silencio de las autoridades, pero también intenta dar a conocer que existieron y siguen existiendo miles de sacerdotes de la Iglesia Católica que fueron y siguen siendo fieles a la enseñanza de Cristo y que nunca guardaron silencio ante los delitos.
Las huellas del silencio es una novela que denuncia, señala, acusa, delata. Sí. Lo hace con una buena narración, a tiempo y a profundidad. Digamos que no es explícita pero tampoco deja en el aire la historia que va contando. Tampoco es cruel. Exacta, diría.
Yo agrego que la Iglesia Católica se ha dispuesto a sacar la podredumbre de esos delitos. No ha sido fácil. Se han cometido errores pero se debe seguir en esa línea de aceptación, no guardar silencio, denunciar ante las autoridades civiles, reparar el daño y acompañar a las víctimas. El Papa Francisco ha sido valiente en este camino. Hay mucho trecho por recorrer, pero ojalá que el dolor que acompaña esta etapa difícil que nos ha tocado vivir como Iglesia Católica sea señal de un mejor presente y futuro. Así lo espero. Amén.
No quisiera despedirme hoy sin antes agradecer a Chihuahua Exprés por el espacio concedido para estas historias a lo largo de un año. Y las gracias abundantes a mis cuatro lectores que han sido compañeros fieles por estas travesías del acomodo de las letras. Muchas gracias.
Nos leemos la próxima. También hay vino tinto. ¡Hay vida!
Hola, me encanta la forma tan ágil de narrar las historias, es una grata invitación a leer, felicitaciones Fernando