FERNANDO MENDOZA J. / Exprés
Parado donde estaba no veía absolutamente nada. Era tan bajito de estatura que apenas su mirada se escondía en la cintura de todos los que lo circundaban.
Si me quedo donde estoy no veré nada del desfile como cuando la tarde del último desfile no alcancé espacio en los primeros lugares y tuve que intentar subir al techo de la casa de enfrente pero la escalera tenía los peldaños tan alejados unos de otros que no pude dar ni siquiera el primer paso y caí de espaldas en el piso lleno de lodo dando como resultado que mi pantalón quedara totalmente sucio provocando las risas de mis vecinos que se dicen mis amigos pero siempre se ríen de mi estatura llamándome enano con una sonrisa tan malévolamente insoportable que me obliga a refugiarme en el patio de atrás mientras las lágrimas se confunden con mis mocos que se escurren por ambas mejillas.
Pero ahora tenía otro plan.
No subiré ahora por la escalera ni buscaré el techo de la casa de enfrente que fue un mal plan la última vez pero ya vi que existe otra manera de ver el desfile y no perderme detalle pero tendré que estar listo mucho antes de que todo comience cuando el sol esté a toda plenitud y el inicio del desfile esté apenas en la otra orilla del pueblo justo a una lado del pozo que trae buena suerte porque de allí se ha obtenido agua para todo el pueblo desde hace décadas mucho antes de que mis padres y mis abuelos llegaran a lo que apenas era un caserío y que ahora es tan grande que hasta desfile y feria hay dos veces durante el año.
El plan tenía oportunidad para que llegara a buen puerto. No mantuvo comunicación con nadie de sus vecinos y la comida la planeó para no compartirla con nadie como era su costumbre.
Deben comprender que hoy es día de desfile y no se puede tener la misma agenda que cualquier día en que no hay ni feria ni desfile por lo que creo que no tienen por qué tener emociones en contra mía y que mañana o pasado podamos reanudar las comidas compartidas en las que se sirva cordero asado con hierbas que le dan un sabor más que delicioso mezclado con un obscuro vino tinto servido en garrafa importada de un país lejano con frutos rojos aunque pueda descubrir que mis compañeros de comida solo quieran estar conmigo no por hacerme compañía sino por la importancia que le dan a las relaciones públicas que hacen crecer sus ganancias económicas.
El sol pegaba con furia en las primeras horas de aquella tarde. El desfile había comenzado en la otra orilla y todo hacía esperar una tarde muy alegre. Los gritos y vítores se oían a lo lejos y la multitud parecía rebasar en cantidad a la última celebración. Entonces comenzó la ejecución del plan.
Solo tengo que subir a este árbol de tronco fuerte y ramas bajas para alcanzar una altura lo suficientemente alta que me permita ver el desfile y apoyando el pie aquí y el derecho allá podré soportar todo el tiempo que dure el cortejo festivo teniendo las manos libres para los aplausos y defenderme cuando los vecinos latosos lleguen a insultarme o los comensales que no atendí me reclamen que hoy no hubo cordero asado ni las garrafas de vino para emborracharse queriéndome bajar para decirme que sea la última vez que esto ocurre porque se quedaron sin comer ni beber como es debido gracias a mi poca humanidad.
Escondido entre las ramas comenzaba a oír la algarabía del desfile. Sudaba pero se hallaba sonriente sabedor de que el plan estaba saliendo a su placer.
Puedo divisar desde aquí el tumulto pero no lo veo como la última vez que era como una gran columna de gente formada de cuatro en cuatro marchando al mismo ritmo que alguien de la derecha marcaba al compás de los timbales y ahora veo una turba desordenada sin que pueda observar la formación de cuatro ni escucho los timbales ni nadie que lleve el ritmo pero veo más gente que se acerca y puedo distinguir un remolino de personas que se agolpan por escuchar la voz de alguien que intenta hablar pero no alcanzo a escucharlo aunque parece que todos están atentos a sus órdenes porque lo voltean a ver y puedo vislumbrar que le hacen preguntas y él responde con calma pero no puedo decir que todo esto sea verdad porque lo veo a una distancia que apenas me deja ver el sol que me pega de frente pero casi puedo asegurar que todo esto está ocurriendo tal cual como lo describo.
La turba llegó frente al árbol. Podía distinguir a cada persona, a cada vecino que se burlaba de su estatura y a cada comensal que aprovechando la ocasión se acercaba a su mesa. Los tenía justo debajo.
No puedo bajarme nomas porque sí aunque me lo ordenes ya que me perdería todo el desfile aunque puedo adivinar que esta turba es el comienzo y final de todo el desfile y menos puedo bajarme de prisa como me lo solicitas porque he trazado un plan para esta tarde y me está saliendo de maravilla y no puedo llevarte a casa porque hoy no hubo comida por cuestión de ver el desfile y no está puesta la mesa además no tengo alojamiento para nadie más en mis aposentos debido a que mis sirvientes fueron de feria a sus pueblos y así no puedo compartir ni mi mesa ni mi alojamiento para que te quedes esta noche.
Pero la mirada del hombre que hablaba, que escuchaba preguntas y que respondía con calma haciéndose el centro de toda la algarabía era tan profunda que su silencio asilenció su voz. Se cruzaron miradas de tierno fuego quemante. Equilibraron sonrisas.
Hoy mismo puedo hospedarte en casa y yo mismo atenderé la mesa y haré la cama para que descanses mientras el cordero queda listo y abriré la mejor de las garrafas con el mejor de los vinos tintos que hayas probado como muestra de nuestra amistad que se ha sellado con tus ojos color miel que han visto mi corazón que ha rozado el infierno pero hoy ha experimentado el mismo cielo y con estos ojos que llenos de lágrimas han reconocido que no eres tú parte del desfile sino el mismo desfile y la misma alegría que hoy siento que se desborda en mi pecho sangrante.
Bajó del árbol sin dificultad y sus miradas se volvieron a cruzar.
Ahora solo queda hacer tu parte. No lo olvides. A las palabras le siguen los hechos que salen del corazón y terminan con los bienes que tanto atesoras. Hoy ha llegado la salvación a tu casa, Zaqueo.