FERNANDO MENDOZA J. / Exprés

Debió ser por allá de 1986 que alguien me invitó a participar en una obra de teatro. Jamás había hecho algo parecido, con excepción de actuar en pastorelas para los niños de catecismo. Había jóvenes que estudiaban actuación y sabían de lo que se trataba. Yo, en cambio, era un imberbe que no tenía ninguna pizca de razón de lo que hacía allí. Bueno, sí sabía a lo que iba, pero no es tema hoy. Quédense con la duda.
Fueron dos o tres ensayos y fui despedido cortésmente. Vuelva a su partida doble, me dijeron. Y volví. El papel que me habían asignado era Juan el bautista.
Desde mi fallida incursión al teatro universitario me pareció enigmática la figura de Juan. Ya me veía yo vestido con pelo de camello y un cinto grueso de cuero pellizcando los panales para alimentarme de miel silvestre. Me llamaba la atención aquel versículo del evangelio de Juan que señala que el Bautista predicaba en Betania, “al otro lado del Jordán”.
Decenas de veces me quedé reflexionando acerca de esta misteriosa frase. ¿Qué trataba de decir el evangelista cuando afirmaba que el Bautista predicaba al otro lado del Jordán?
En el 2019 visitamos Tierra Santa. Estuve en el Jordán. Palpé el agua de un color inigualable. Me quedé viendo el paso del río sagrado. Tomé fotos. El guía afirmó que en ese pedazo del Jordán era precisamente donde Juan bautizaba con agua a todos los que acudían con él, anunciando la llegada del Otro. Me quedé viendo el otro lado del Jordán, pero no salí de dudas.
Luego, cuando mi madre cayó enferma y yo apenas salía de la gravedad del covid que me atacó ferozmente, tomé el libro Historia de Jesús, de Xavier Pikaza, y por fin pude entender la frase del Evangelio. Se me abrió el panorama y pude razonar mejor el papel del Bautista en la historia de Jesús.
Pero faltaba algo más para profundizar en el tema. Y sucedió que descubrí en la librería Infinito el precioso libro El Bautista escrito por Javier Sicilia. Otra cosa. En serio.
Sicilia es un poeta, pero el libro no es de poesía, pero tiene ese trasfondo que solo estos expertos pueden transmitir.
El Bautista no es una historia, es una reflexión en torno a este personaje, considerado el último profeta del Antiguo Testamento. Sicilia se regordea en Juan, y lo hace hablar, lo hace reflexionar, lo hace denunciar, lo hace anunciar… Me encantan como describe aquellos encuentros con su primo Jesús, llenos de empatía y amistad, pero siempre privilegiando la función de cada uno. Uno anticipa, el Otro plenifica. Uno bautiza solo con agua y el Otro anuncia el Espíritu Santo. Uno es el precursor, el Otro el cumplimiento. Uno está del otro lado del Jordán y el Otro está de este lado…
El autor va llevando a su personaje de un lugar a otro siempre en diálogo. A veces con sus discípulos y a veces consigo mismo. Son bien interesante las idas al desierto y cómo Sicilia capta la profundidad de las meditaciones que seguramente el Bautista tenía alejado de todo y de todos.
Al leer la secuencia de El Bautista se tiene la certeza de que la historia no llegará a buen puerto. Los conflictos con la autoridad civil auguran una violencia para Juan, que por cierto a él no le causa ningún temor. Sabe que su anuncio lleva mucho de denuncia y no se queda callado. Sicilia muestra a un Bautista retador frente a la autoridad que no protege a sus ciudadanos. Muestra a un Bautista que defiende su anuncio y no teme llegar hasta las últimas consecuencias con tal de cumplir lo que se le ha pedido.
Me parece que Sicilia en su gran texto nos pone a reflexionar con el Bautista sobre el compromiso que debemos tener con nuestra misión y las consecuencias que podemos tener si somos consecuentes con la tarea que tenemos.
Con la cercanía de la Navidad, Sicilia me ha puesto a reflexionar sobre la necesidad de acercarme al Bautista, ser más humilde, tomar la voz que grita en el desierto para que preparemos el auténtico camino a Belén, como parada obligada cuya meta final será la cruz de Jerusalén y la piedra movida del sepulcro para hacernos tener fe en la Resurrección.
Se acerca Navidad. Es bueno tomar un respiro y en el silencio profundizar en el ser y quehacer de cada quien. Por ello, no habrá historias en este espacio navideño, y ojalá podamos volver a encontrarnos el próximo año aquí para contarles las historias de mis libros. Hay tiempo para seguir leyendo.
También hay vino tinto. ¡Hay vida!
