Cinco esquinas, de Mario Vargas Llosa

FERNANDO MENDOZA J. / Exprés

Fue un día difícil. Volvía a casa, tarde, cansado, con los ojos llorosos, después de una semana con bastante trabajo luego de unas extraordinarias vacaciones, que incluyeron la visita de la hija más querida que vive en Guadalajara y la comida con los Fer en plena Semana Santa. Por cierto, que buen vino Ikká, ¿verdad, Alicia? Y ¡qué buen zancanazo se dio el Ethan!

Fatigado y todo, para terminar el viernes me hice un café para levantar el ánimo. Taza en mano me abrí paso para estar frente al librero principal de la sala de estar en la parte más amplia del piso de abajo de la casa en donde el que esto escribe tiene su aposento real. Allí estaban los libros de Mario Vargas Llosa.

Había decidido escribir esta historia sobre el peruano que falleció en Semana Santa, justo como García Márquez, que se encontraron con la señora muerte sin querer en ese tiempo especial. No tengo muchos libros de Vargas Llosa. Seguro que lo leí en secundaria o bachillerato, pero me pasó de noche. Entrado en madurez quise entrarle a Conversación en la catedral, pero no pude con él. Antes también había sucumbido a Travesuras de la niña mala, que tampoco terminé.

Los libros tienen su tiempo, tal como los amores y los desamores, que tienen una sincronía pasmosamente asincrónica.

En 2016, en plena campaña política, me atreví a someterme a Cinco Esquinas. Y fue una estupenda elección.

Pero me detengo para seguir narrando mi viernes de fatiga. Heme allí cansado y fastidiado frente a la media docena de libros de Vargas Llosa. Tomo Cinco esquinas, lo abro y lo primero que diviso en la primera página es la firma autógrafa del autor. ¡Recórcholis! ¡Conocí a Vargas Llosa! Pero ¡ni me acuerdo! Taza en mano intento recordar cuándo saludé al Nobel peruano. ¿En alguna feria de Guadalajara? No me acuerdo. ¿En el AIFA? Ni conozco esa central. ¿Cuando la familia Hortaliza fue a Perú? No vivía allí el escritor.

Observo bien la firma y luego de una somera observación directa me doy cuenta que es parte de la impresión en el libro. Menudo chasco…

Cinco esquinas fue publicada en 2016. Para mí en ese entonces fue el primer libro de Vargas Llosa que leí completo. Fue vergonzante que a la sazón haya sido el primero. Pero lo remedié. Me sorprendí de lo increíblemente bien retratados todos los personajes, la tramas y las subtramas, la manera de intuir que la literatura se hace comparsa con la realidad o a la inversa, a través de una escritura tan bella que da gusto seguir página a página.

No sé bien a bien cómo clasificar esta novela. No importa. La disfruté de cabo a rabo. Comienza como un relato medio erótico, pasa como a novela negra y termina criticando a la sociedad peruana de finales del siglo pasado, justo cuando está en su apogeo el periodo presidencial/dictadura de Fujimori. De una manera digamos transversal sale a relucir el periodismo, a veces chambón a veces heroico, que se daba en aquella bien bonita época.

Todo esto con una escritura acompasada, bellamente ilustrada, a veces directa y a veces casi con parábolas, pero con una estructura digna de una caballeresca literatura.

La historia central de Cinco esquinas -me parece- que es el juego del poder económico, entrelazado con el político, que lleva a sus personajes a una lucha sin cuartel y sin límites que es capaz de llegar incluso al asesinato. En el vaivén del río revuelto de esa lucha se lleva entre su furia y desconsuelo a la familia y a las amistades. Es también un festín literario para dar a conocer la hipocresía que se presenta en las altas esferas de la sociedad.

En esa situación precisa es cuando se estima el buen periodismo, que no abunda. El periodismo que denuncia el poder que daña a la sociedad y explica la realidad sin retoques. O bien se expone el falso periodismo que se alía al poder y se hace comparsa de una realidad que no corresponde a la situación y solo da a conocer lo que el poder quiere o le conviene. 

La novela no se detiene a dar lecciones de periodismo. Cinco esquinas expone a los falsos periodistas y a los personajes del poder económico y político tal cual son. Los lectores podemos entender a través de la literatura, la buena, cómo es la situación que nos narra el autor.

En ese sentido, Vargas Llosa presenta magistralmente al Perú dictatorial.

Por cierto, después de leer Cinco esquinas estuve en Lima. Luego de sobrevivir a su caótico tráfico pude disfrutar una playa más o menos bella con un increíble ceviche. Al día siguiente pedí ir a conocer el barrio de las Cinco Esquinas. Ningún taxista nos quiso llevar. “Mi buen, nadie quiere ir para allá porque no sale vivo, la inseguridad está para ni de cerca pararse”, me dijo el último chofer. No fui. Si vuelvo a Lima, primero pediré otro ceviche y si hay oportunidad visitaría el barrio venido a menos de Cinco esquinas.

Nos leemos la próxima. ¡Hay vida!

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