El sueño más loco

Jamás, ni en los pubertos años húmedos, un ser como Gerardo Fernández Noroña se inspiró en una silla como la que ocupa en el senado. Ni más ni menos que la de la presidencia.

Acaso en alguna de las cuasi actrices que hacían de ficheras, o las de patiño en las películas de Mario Moreno, o quizás alguna del Santo o Blue Demon, pero en ese sillón jamás.

Es tal el asombro de Fernández Noroña que cada día que abre los ojos (no despierta), duda de a dónde debe ir, trata de ubicarse, se pellizca, se baña, y luego se ríe frente a la imagen que demanda rasurarse, pero le gana lo “fresco” y el “me importa poco como me veo”.

Se encamina por su gastada guaya de segunda mano, y se presta a vestir para la esquila de los panchos villa, a ver cuánto cae!

Imagina (no piensa) pero en eso oye los toquidos en la puerta de la vecindad, donde disimula lo que no sabe invertir ni gastar, regresa y abre la puerta. 

Su asombro es tal que pregunta cara a cara al sujeto de traje y mal encarado que tocó la puerta:

-¿Quién eres?

-Su chofer señor. Es hora de ir al senado…

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