
Presidir el ente más importante de este país conlleva el título, pero no basta ser, también hay que parecer.
Y parecer que eres el Presidente, implica ejercer el poder.
Nada que ver con la mañanera, ni sonrisas de burla, ni con la banda al pecho, o con algún ceremonial.
Se trata de sentir y hacer sentir el poder. No es la actuación de tu vida, debe ser un poder real con práctica diaria, y no basta oír que te llamen Presidente, sino verlo en los ojos de quien lo dice, solazarse con el respeto y, más con el temor, implícitos al osar dirigir palabras al poderoso.
Así es como se vio en otros. Así lo narran los libros y, la neta, lo que se ve hoy en día nada qué ver.
Ojalá que ella tenga las agallas para hacer su propio desmadre, como todos los anteriores, cada uno a su manera, sin obedecer a nadie.
Todos se volvieron locos, pero era y fue su locura, ninguno debe locuras de otro, todos deben, y muchas, pero la deuda de sus locuras son con el pueblo.
Es de cada uno, en ningún caso es o fue ajena.
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