El tema de Jaime Herrera sigue nutriendo a la columna. Ahora nos llegó una voz que fue cercana a Jaime Herrera Corral en sus tiempos de director en la institución que le dió empleo, confianza y de la que abusó y usó, con sus mañas, en su beneficio, pero insaciable, como es, quiso apoderarse de la institución. Le falló a la empresa, y lo echaron, al igual que les falló a todos los que le dieron su amistad y afecto en su paso por hacienda, traicionando a todos, en cuanto vio su pellejo en peligro.
La nueva historia se ubica dentro de los tiempos de la quiebra hipotecaria en USA, que luego afectó a Reino Unido y a Europa y luego la ola se expandió a todo el mundo. En esa ola varios empresarios constructores se vieron en grandes problemas de liquidez, ya que los créditos subieron sus tasas de interés y las casas no se vendían. Imagine un crédito que no puede pagar porque no vende las casas, y ese crédito sube y sube por medidas del Banco de México. Puedes ir a la ruina si no logras negociar. Fue el caso de unos jóvenes exitosos, de buena familia, y que eran la envidia de Jaime Herrera Corral. Estos jóvenes empresarios estaban en situación de riesgo por el crecimiento de su deuda y las casas sin venderse. Jaime Herrera Corral, en lugar de buscar una negociación o acuerdo, celebraba y anunció delante de varios empleados que a esos jóvenes petulantes los iba a encuerar para bajarles los humos,
y que iniciaría el primer embargo para quitarles la casa de la mamá, y así darles desde el primer día, donde más les doliera. Y así lo hizo, pero no pudo encuerar a nadie, si los dañó, pero jamás cómo creía o pretendía y esos jóvenes empresarios salieron adelante y siguen siendo exitosos. Ahora, la pregunta es: Quién puede volver a confiar en Jaime Herrera Corral? Se puede creer a quien es capaz de despojar a sus clientes? Cómo puede otra empresa o institución, darle un lugar de trabajo a un depredador, como Jaime Herrera, cuando se suponía que la filosofía de esa institución era de ayuda mutua para el progreso de la región.
Pd.- Tendremos que enfrentar dos pequeñas cosas en el 2024: Una elección de Estado y un fraude generalizado. La sopa no es nueva, los que la comerán tendrán que aprender a no hacer gestos.