Mi amiga Teporaca Romero escribió un artículo sobre la tragedia de los migrantes. Lo que ella escribe es verdad ( búsquelo en el Diario del día 15) y esa verdad no es nueva, la realidad es muy dura, nunca pregunta, sólo se impone.
Lo cierto es que la corrupción y la impunidad, no sólo en el Instituto Nacional de Migración, sino en aduanas, puertos y carreteras son de siempre; al igual que en las oficinas de los 3 órdenes de gobierno.
Todo trámite tiene costo, o se retrasa. La corrupción es el mal permanente de nuestra sociedad que a veces parece estar acostumbrada y a convivir con ella. El abandono de los indígenas de todas las etnias; el comercio electoral con los pobres y con los indígenas ha sido y es una terrible operación política de todos los gobiernos que hemos tenido.
Ninguno ha dejado de medrar políticamente con ellos, sea cual sea el orden de gobierno. Les importa ganar elecciones y hacen lo que sea para lograrlo, pero se quedan sin el lado humano de todo lo que los rodea.
Los negocios, los acuerdos y los compromisos son primero que las necesidades de la sociedad. Por eso México no progresa, ni progresará hasta que la misma sociedad haga los cambios que se necesitan.
Ese es nuestro problema, porque cada quien andamos en lo nuestro y padecemos un poquito de esa corrupción y la aguantamos, pero también nos olvidamos de los pobres y de los indígenas.
Algún día será el despertar para hacer las cosas de otro modo; mientras seguiremos contando muertos, desaparecidos y viendo a los olvidados desde lejos y que empobrecen cada día más.