“Estoy hasta la… ustedes piden y piden apoyos pero no trabajan, no hay proyecto, sólo estiran la mano y piden y piden. No cuente conmigo, ya me tienen hasta la m…”, les gritó la diputada y enseguida le espetó al líder lacandón: Chankim Colochocom, ¡Tu cállate…!, deberías estar atento a los programas para que funcionen, no estar solapando a toda esta bola de… que no quieren trabajar.
Lo que les cuento no se parece a lo que de verdad dijo la diputada federal; ella los humilló e insultó de forma horrible, con palabras altisonantes, pero el fondo del altercado sí es absolutamente cierto. La diputada explotó y se exhibió en su podredumbre humana al hablar con desprecio a los indígenas ahí reunidos.
Es la primera que se sabe, pero no la única, ni allá, ni acá ni en otros lados. Los indígenas y los pobres son objeto de maltratos y de insultos por las dádivas que les llevan. Los insta el mensajero, pero el agravio mayor es de los órdenes de gobierno.
Todos sabemos, aunque hayamos volteado a otro lado durante siglos que los indígenas y los más pobres de los ciudadanos han sido abandonadas a su suerte, pero el abandono y su exilio en la montaña a indígenas y en los cinturones de miseria en las ciudades a los pobres va acompañado de migajas para comer, pero no de la educación, les llevan para beber y tenerlos sometidos sin organizarse ni protestar, no les quieren enseñar ni el el idioma, lo aprenden como pueden, les dan dinero para bailar y hacer sus fiestas con la Virgen, pero les quitaron hace muchos tiempo su dignidad.
La diputada se exhibió y su defensa la hunde peor, pero eso no es el problema. El verdadero problema es que aunque siempre hemos sabido la verdad de lo que ocurre con los indígenas y con los pobres y ahora sólo se sublima con este escándalo entre la diputada y un grupo de indígenas lacandones.
Lo cierto es que el gobierno seguirá haciendo lo mismo, y ellos también.
Lo dijo claro el presidente: son su estrategia política y electoral.