El Martirio

El Presidente se martiriza. Siempre lo ha hecho y le funcionó antes y le ha funcionado hasta ahora, y cree que le dará  dividendos una vez más.

Ayer por la mañana leyó, y mal, un cuento de Tolstoi. 

El hombre feliz que no tenía camisa. Sólo que el Presidente no tiene los males del Zar, personaje del cuento de León, ni se curarán con la camisa de un hombre feliz. Tampoco resultará, como en el cuento, que el único hombre feliz encontrado no tenía camisa.

Es cierto que mucha gente de nuestro pueblo es tan pobre que es probable que no tengan ni una camisa, pero no son, como en el cuento, las personas más felices de la tierra.

Puede que algunos de los indígenas olviden por algunos días o menos, tal vez horas, su desgracia permanente cuando le organizan fiesta a la virgen.

Es posible que los millones de pobres que viven en los cinturones de miseria en nuestras ciudades puedan olvidar por momentos su pobreza, pero eso nunca será un indicio de que son felices por carecer de una camisa.

Que no se equivoque el presidente. Es imperdonable que el número de pobres aumente más de diez por ciento en lo que va de su gobierno y no se dé cuenta que sus políticas públicas nos están llevando a la ruina.

No señor Presidente: usted está enfermo, pero de poder, de autoridad y lo peor es que desea mandar más y por más tiempo del que debe.

Le dijeron que los ingresos de Hacienda bajarían y no lo creía. Ahora tiene un hoyo de 200 mil millones de pesos.

No podrá recuperarlos, esos impuestos los deben quienes perdieron sus negocios durante la pandemia; se quedaron hasta sin camisa.

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