El Plan de Jalapa fue la asonada del vicepresidente traidor Bustamante en contubernio con los centralistas.
El congreso había declarado incapaz para gobernar a Vicente Guerrero, y Bustamante aprovechó que tenía a su cargo parte del Ejército de Reserva, instalado en Veracruz, por el intento de España, de reconquista.
Una vez vencido el ejército invasor, decide aparentar que sigue las decisiones del congreso, y como vicepresidente le correspondería asumir como titular del ejecutivo; ¡Claro que quien traiciona una vez, traiciona siempre!, y Bustamante repite la dosis al congreso. Gobierna como todo poderoso por dos años.
Limpia al ejecutivo de empleados leales a Guerrero, destierra a los miembros importantes del partido masón yorkino, expulsa del país al embajador de USA, y como no le gusta la crítica manda apalear a los periodistas y crea la policía secreta como ente represor. La prensa lo llama Brutamante, con hipocresía se gana la simpatía del alto clero y en el extremo opuesto, también el apoyo del partido masón escocés, que lo ayudan en la causa que pretende centralizar el mando en el país.
El asesinato de Guerrero generó una protesta generalizada en el mundo y en la nación. Los indígenas y la plebe exigían justicia, y otros países ejercían presión diplomática para castigar a los asesinos. La oposición política en el congreso, que defendía restablecer la República, se aviva y la crisis es tal que lo obligan a firmar “El Convenio de Zavaleta” luego de negociaciones con la comisión del congreso que recae en Gómez Pedraza y Santa Anna. Al final acepta dejar el poder, aunque poco después enfrenta la justicia acusado del asesinato de Vicente Guerrero.
Sus aliados logran que el castigo sólo sea el exilio junto a los cómplices y muy orondo se va a viajar por Europa para regresar dos años y meses en 1836, para ser llamado a combatir en la Guerra por Texas. La casualidad no existe, así que le avisaron y aprovechó ese conflicto para volver.
La justicia a modo o simulada, absurda y presente por estos días, son parte la negra herencia que nos dejaron los primeros traidores de nuestra patria y que nunca se irían sucediéndose por generaciones. La otra herencia es la corrupción.
Aunque hoy tenemos un fenómeno raro que no entendemos, porque basta que el presidente diga que: !es buena persona! Yo le tengo confianza. Y el milagro de ser honesto se refleja.
El ejemplo, envidia de los corruptos, es Ignacio Ovalle, que conserva su puesto en Gobernación pese al desfalco de 15 mil millones de pesos en Segalmex. En aquellos años, la decepción, desilusión, después odio y rencor, por parte de la plebe y los indígenas; hoy llamados pueblo, iba gestándose, pero a los políticos o caudillos de aquel tiempo sólo les importaba el apoyo de los criollos y uno que otro español. Los demás no existían, no votaban, sólo eran unos pobres ignorantes, patarajadas, como ahora, los pobres que son la estrategia del Presidente, según dijo él mismo en una de sus mañaneras.
Mañana seguimos con Melchor Múzquiz y Manuel Gómez Pedraza.