Cuando escuchamos la idea de construir un Frente Amplio por México entre los tres partidos políticos opositores importantes: PRI, PAN y PRD, con la sociedad civil organizada, nos regocijamos por el esfuerzo de buscar un candidato o candidata que pudiera hacerle frente a Morena.
Los vicios históricos para elegir candidatos parecían ajenos a la intención original de conformar este Frente Amplio por México; sin embargo, amén del número de aspirantes que se registraron, la irrupción de Xóchitl Gálvez en la contienda por coordinar el Frente, desató los amarres y el espíritu del proceso. Para empezar, la declinación de Santiago Creel, una jugada abierta y diáfana, pero que lastima la legitimidad con la que se esperaba surgiera la coordinación del Frente Amplio, y enseguida, la declaración del PRD de que ellos van con Xóchitl es otro golpe a la limpieza con la que se buscaba este proceso.
La irrupción de Xóchitl por mediación a propósito o por accidente, del presidente, ratificada con un amparo y confirmada con la negativa a abrirle la puerta de palacio, les quitó el foco a todos los organizadores sobre los objetivos iniciales para construir el Frente Amplio por México. Y terminaron en una cargada como las que se vivieron en otras épocas con caudillos como Fox y el propio Lopez Obrador. Lástima, por lo menos yo esperaba otra cosa, pareciera una regresión autoritaria más que un esfuerzo limpio cómo el que creímos que viviríamos por primera vez. Nos ganó la cargada.