FERNANDO MENDOZA J / Exprés
Me lo prometí. Pero incumplí. No tengo remedio.
Me lo dije en muchas ocasiones: cuando escriba de libros, lo haré en primera instancia de Susanna Tamaro. Pero no pude hacerlo y no tengo razones, como tampoco esta escritora italiana que vive en la montaña agreste del Trieste, en el norte italiano, no tiene razones para escribir…
Mi encuentro con Susanna se remonta a los 90, cuando leía sin ton ni son. Aún lo hago, pero ahora con conciencia. Leía y releía reseñas de libros que no compraba porque la economía familiar no era holgada, luego de la crisis económica del trágico diciembre de 1994.
Y allí aparecía Tamaro una y otra vez. Reseña tras reseña, impulsaban a leer a alguien que estaba revolucionando los libros de literatura reflexiva, si se me permite usar este adjetivo. Donde el corazón te lleve era un éxito editorial en Italia, y yo impaciente por leerlo en español.
Cuando hubo algún ahorro me decidí ir tras Susanna. Pero no la encontré. Llenas de best seller, las librerías parecían ignorarla. Tuve que esperar.
Eran tiempos pre internet, y con las ganas de crear una agencia católica de noticias, fui invitado a la Ciudad de México, pero regresaba triste porque la tecnología existente era demasiada cara para nuestros raquíticos presupuestos.
Iba entretenido en mis juegos mentales, cuando en los pasillos del aeropuerto estaba una librería. Ingresé y allí me aguardaba impaciente Donde el corazón te lleve. Fue amor a primera vista. Un flechazo, un chispazo, una explosión, un big bang.
Encontré un texto más que reflexivo. Un texto maduro, a veces cruel a veces ingenuo, apasionado y desencarnado, reclamador y retante. Y debajo de todo esto, sin que le falte ni le sobre ninguna palabra.
He de confesar que fui un gran escribiente de cartas y solo por escribirlas tenía amigos postales en todas partes. Quizá por ello, Donde el corazón te lleve me atrapó de inmediato. Se trata de un libro en la que la abuela italiana le escribe cartas intimistas a su nieta que vive en Estados Unidos. La idea es que dichas cartas se queden a manera de un diario que explicaría al regreso de la nieta una serie de situaciones que pudieran hacer entender pasajes oscuros de la vida de ambas.
En estas cartas, la abuela se vuelca y se abre de capa. Descubre su vida y con esto va haciendo reflexión de su pasado. No esconde nada ni se esconde. Hace salir todos sus sentimientos y reclama. Y en ese reclamo, reclama: “sucede que a menudo que personas importantes de nuestra vida, a primera vista no nos gustan para nada”.
Ante un desaguisado amoroso, la abuela razona: “¿lo odiaba? No. Te parecerá extraño, pero no lograba odiarlo. Para odiar a alguien es necesario que te hiera”.
Frente a la muerte, Susana Tamaro a través de la abuela confirma con san Agustín: “No nos pongamos tristes por haberla perdido, demos gracias por haberla tenido”.
El libro reflexiona sobre la vida, las relaciones entre parejas, los hijos, los nietos. Intenta acomodar los hechos a un molde lógico. La abuela reflexiona para hacer reflexionar a la nieta, trata de entender para hacer entender. Y durante el relato de las cartas, va intimando y va reconociendo sus errores y reconociendo el porqué de algunas decisiones.
Total. Quedé prendido de la textura de Tamaro, tan real como imaginaria, tan lejana pero tan cerca, que podría casi oírla.
Con el paso de los años fui acumulando libros de mi favorita. Ha sido una tarea titánica, porque las editoriales han querido que los gustosos lectores estemos siempre ausentes de Susanna Tamaro. En mis visitas a las Ferias del Libro de Guadalajara no logro encontrar lo nuevo de ella. Por cierto, Willy y Lili, de Librería Infinito, me han ayudado en esta tarea de darla a conocer: me apartan los libros de Susanna que les llegan, que luego yo regalo más adelante.
Hace dos años, mi hija Alicia, que bien que conoce mis gustos literarios, me encontró un regalo excepcional. En su viaje por Italia, luego de concluir sus estudios de oncología canina, me trajo la versión de Donde el corazón te lleve en italiano, edición conmemorativa por los 25 años de su aparición editorial. Un libro que no leeré, pero que atesoro grandemente, porque me recuerda que hay un hijo y una hija que como en el caso del libro en cuestión, a quienes les pediría que recorran el camino a donde el corazón los lleve.
Nos leemos la próxima. Hay vida.