FERNANDO MENDOZA J / Exprés
Era una noche en que debía dormir temprano, pero no quería hacerlo. Había cenado cereal como la noche anterior y aún no se me permitía tomar café por la noche. Así que con las Zucaritas del tigre Toño en digestión me acurruqué en el cómodo sillón frente a la única televisión de casa.
Apareció Jacobo Zabludovsky, con su estilo muy correcto, y anunció que estaría en el estudio Carlos Ruiz Zafón, a quien consideró una de las plumas españolas que deberían leerse sí o sí. O algo así.
Heme allí, sentado en un sillón cuando debiera estar acostado, viendo a ese escritor que yo no conocía y a un Jacobo muy correcto pero emocionado por estar con ese escritor que apenas comenzaba y ya emocionaba con la escritura. O algo así dijo el periodista.
Años después, en una de tantas visitas que se hacían cotidianas en la Librería Infinito, de Willy y Lili, me encontré con el libro El príncipe de la Niebla, y su autor me llevó a recordar aquella noche que estaba despierto cuando debiera estar dormido. Sí. Carlos Ruiz Zafón.
Devoré al príncipe nebuloso, y aunque es una novela juvenil, me gustó la narrativa del español. Luego encontré Marina del mismo autor y allí hice click.
Luego vino la saga del Cementerio de los Libros Olvidados y quedé rendido ante la historia, la profundidad, el manejo de las emociones y un desbordado estilo para dibujar la Barcelona de comienzos y mediados del siglo pasado… ¡ahhh, Ruiz Zafón!
Hago un paréntesis para emitir una queja. Busqué por toda la casa La Sombra del Viento y no encontré ningún rastro de esa primera parte de la saga. Si a alguien se lo presté que levante la mano y que se comprometa para que después de leerlo, lo eche a volar. Si fue mi hija Alicia, no hay problema: ella tiene mi venia para quedarse con mis libros y hacer lo mejor que ella disponga. Cierro paréntesis.
Después de La Sombra del Viento, vienen El juego del Ángel y El Prisionero del Cielo. Estos tres libros son buenísimos. No solo eso: son geniales. En serio. Me encanta Ruiz Zafón porque crea siempre un escenario donde nos mete una y otra vez en él, y allí vamos acompañando a Daniel Sampere y a Fermín por esas interminables calles de la Barcelona del siglo pasado.
He de confesar que de pronto me sumerjo en la lectura de esta saga y me veo en esa librería de antaño, entre tantos y tantos textos. Me veo por esas calles laberínticas que llevan a una aventura tras otra. Me veo platicando con Sampere, comentando sus libros, sus aventuras, sus historias.
Pero sobre todo me veo entrando al Cementerio de los Libros Olvidados. No sé ustedes, pero quisiera conocer ese lugar. Recorrer lentamente esos pasillos inolvidables y descubrir aquel libro que no ocupa su espacio, aquel lugar cuya desocupación nos lleva a descubrir la causa de las aventuras y desventuras de la vida.
Porque Ruiz Zafón es capaz de transportarnos a ese instante, a ese lugar, a ese espacio. Y nos lleva para hacer sentir la aventura desde adentro y expedicionar no solo la Barcelona, sino ese inexistente como creíble Cementerio de los Libros Olvidados. Porque Ruiz Zafón es un genio, un gran narrador de historias, un excelente escritor que no nos suelta del hilo de cada libro, un fascinador que atrapa con su forma y fondo de escribir. En fin, Ruiz Zafón es alguien a quien debemos leer sí o sí, como dijo Jacobo. O algo así.
Ya sé que Ruiz Zafón falleció, y hay quien me puede corregir por escribir de él en tiempo presente. Para mí, el escritor sigue vivo en sus letras, en su palabras, en sus historias, en sus libros. Ruiz Zafón no ha muerto del todo, porque allí están sus obras. Allí está el Cementerio de los Libros Olvidados, al que iré alguna vez…
Por cierto, en la Navidad pasada, Alicia me trajo desde Guadalajara El Laberinto de los Espíritus, texto que cierra su saga. Estoy por leerlo.
Con infinitas gracias al Creador, me despido. Nos leemos la próxima. ¡Hay vida!