La Suprema Corte ha sido, en la historia de México, un reflejo de la política del Presidente en turno.
Además hay sumisión hacia quien los impulsa para llegar, con excepciones loables, pero raras. ¿Urge un cambio?
Sí, pero no para que sean obedientes como los diputados y senadores que olvidan a la gente y obedecen a sus dirigentes de partido.
Lo anterior provoca enojo social y parte del éxito de quien hoy gobierna se debe a ese tipo de traiciones al pueblo.
Ahora, si los eligen por voto, pasará lo mismo que con los diputados y senadores: Se olvidarán de la gente y su voto para obedecer a quien los postula.
Un cambio verdadero exige otras posibles soluciones, entre ellas que opinen los Colegios y Barras de abogados; las Universidades y los propios impartidores de justicia, combinados con las autoridades para nombrar a los mejores.
La capacidad de los impartidores de justicia debe ser por preparación y experiencia, y no por popularidad.
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