El hombre que fue jueves, de Chesterton

FERNANDO MENDOZA J / Exprés

Aunque no estoy tan seguro, mi flaca memoria me ubica en el cuarto semestre de Bachilleres, apenas comenzando la década de los 80, cuando entré una vez más a esa biblioteca de piso de madera en el tercer piso del vetusto edificio que albergó un colegio jesuita en el mero centro de Chihuahua.

Eran frecuentes mis visitas a aquella sala que le daba el sol vespertino con tanto ardor que había que cerrar los ojos como chino para captar tanta sabiduría que había en esos anaqueles repletos. Cursaba entonces en el plantel 1 del Colegio de Bachilleres la materia de Literatura. El maestro, cuyo nombre recuerdo pero no revelaré, era un gran jugador de beisbol. Regordete y gran apasionado de los clásicos, impartía su clase con muchos mimos. No debiera recordar tantos detalles: me reprobó por lo que yo siempre ha considerado una injusticia.

Pero vayamos a aquella tarde de sol espeso, que se asomaba por las ventanas de la biblioteca. Buscaba algo que llevarme. Iba acompañado del gran amigo que siempre fue, es y será, apodado el Cholo, cuyo firma es R2 y su nombre es Raúl Ramírez. (Saludos amplios, si me lees). De pronto apareció un libro pequeño, empastado en rojo y letras doradas. No recuerdo su nombre, pero el autor sí: Chesterton.

Si quieren que recuerde qué leí, sigan esperando. Pero que me entretuvo, lo puedo afirmar. Chesterton se quedó en mí.

No me atreví a leer ninguno de sus libros, aunque cayeron varios títulos en mis manos. Fue cuando anunciaron el inicio de la investigación para ver la posibilidad de su beatificación cuando encontré la ocasión perfecta para leer El hombre que fue jueves.

Obvio, que acudí a aquel local mítico de la calle Ocampo donde se inauguró la Librería Infinito.

El hombre que fue jueves es quizá la mejor novela de Chesterton. Por lo menos, la más famosa. Un coctel de géneros literarios. Es aventura, ironía, crítica política y siempre en una dimensión subyacente un reflejo de un discernimiento doctrinario cristiano.

Syme es un poeta. Como resultado de una discusión con un colega, es introducido a una reunión de anarquistas, en el que se debe elegir en el Consejo de Anarquistas a un nuevo miembro para una misión especial. Contra todo pronóstico, Syme es seleccionado como uno de los siete miembros del Consejo. A partir de la reunión, a cada uno de los miembros se le asigna un nombre de un día de la semana.

Así, Syme pierde su nombre y adquiere el de Jueves.

Comienza entonces la verdadera novela. Por un lado, se puede leer como una simple novela de aventuras de un grupo de detectives que buscan un delito y un criminal, donde no hay ni delito ni criminal, pero sí muchas aventuras. O se puede leer como un texto de denuncia, crítica e ironía sobre la anarquía, la persecución y la vida misma.

De Lunes a Sábado intentan determinar quién es Domingo, quien liderea el Consejo de Anarquistas. Domingo se hace el huidizo. De Lunes a Sábado van encontrando la forma de dilucidar quién es cada uno de los seis que anticipan a Domingo. En esa maraña, pronto Jueves va descubriendo que ha sido engañado. Pero no solo él, sino también los otros cinco. Domingo se cuece aparte, porque Domingo es el jefe.

Aunque de Lunes a Sábado van descubriendo la realidad de quién es Domingo, y es allí donde el genio de Chesterton sale a relucir. Porque Chesterton es un genio.

Quien me conoce, sabe que rayo mis libros, dejando huellas de mis diálogos con el autor. De todos los subrayados de El Hombre que fue jueves me quedo con este:

“El mal es tan malo, que, junto a él, el bien parece un mero accidente; el bien es tan bueno, que, junto a él, hasta el mal resulta explicable”.

Chesterton es el genio de la paradoja. Con él he aprendido mucho. Su genio es aún muy lejano para mis textos, pero sigo leyéndolo con la esperanza de que al hacerlo vaya empapando mis pocas entendederas.

Chesterton empatizaba más con su profesión de periodista que con su oficio de escritor. Muchos queremos ser al revés… y muchos nos quedamos en el camino del acomodo de las palabras.

Chesterton es una figura de la literatura mundial. Imprescindibles sus lecturas. Debemos acudir una y otra vez a sus textos.

Me esperan aún en mi librero Por qué soy católico y Ortodoxia (recomendada por mi amigo Jorge Traslosheros).

Mientras, como aquella tarde aciaga de los 80 acompañado de mi amigo Raúl, hoy me espera también un sol espeso, que quema la mollera. No es jueves, pero sí hay hombres que esperan.

Disculpas por desaparecerme la semana pasada. Mis cuatro lectores merecen mis respetos. Nos leemos la próxima semana.

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