Hay castigos que parecen premios.
Jaime Herrera Corral aprenderá tarde que Javier Corral es un traidor.
Que no será capaz de levantar un dedo por él, ya que los traidores nunca reciben ayuda, bajo el adagio de que quien traiciona una vez, traiciona siempre.
Sin embargo, parece una burla el que lo inhabiliten diez años para ocupar un puesto público y que le endilguen una reparación del daño por dos mil setecientos millones. ¿De dónde?
¿Con qué?
Ocho años después, más parece una burla, que justicia.
Salvo que tipifique para delitos penales ese desvío, que si fuera el caso estaría prescrito.
¿O no?
Creo que se tardaron demasiado y no será posible que le endilguen nada parecido a lo que sufrió el menos castigado por los Expedientes X.
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