48 horas a la caza del líder de Gente Nueva en Chihuahua por la masacre de 7 personas, dos de ellos sacerdotes y un guía de turistas
Tras los señalamientos de que el autor material del asesinato de 7 personas en el poblado de Cerocahui, dos de ellos sacerdotes jesuitas, más de 300 elementos de la Guardia Nacional, del Ejército y de la Fiscalía General del Estado se lanzaron a la búsqueda del supuesto líder del Cartel Gente Nueva y que forma parte del grupo criminal del Cártel de Sinaloa, José Noriel Portillo Gil, alias El Chueco.
De a cuerdo a informes de inteligencia, Gente Nueva controla una docena de municipios ubicados en la Sierra Tarahumara, particularmente los de Bocoyna, Guachochi, Guadalupe y Calvo, Urique, Témoris, Batopilas, Chínipas y Uruachi, entre otros muchos. Su centro de operaciones se ubica preferentemente en Urique, entre los poblados de Urique, Cerocahui, Bahuichivo y San Rafael.
Este control ha llevado a que cientos de habitantes de la sierra han tenido que desplazarse a zonas más seguras.También han hostigado a pobladores indígenas para arrebatarles las tierras o el bosque.
El Chueco ha operado de manera abierta desde hace muchos años en toda esa región caracterizándose por sus excesiva brutalidad. Saltó al interés de las autoridades estadounidenses tras el asesinato del norteamericano Patrick Braxton Andrew, asesinado en 2018 en el poblado de Urique, y según esos reportes, el líder de Gente Nueva lo confundió con un agente de la DEA, por hablar inglés y tomar muchas fotografías.
Las presiones fueron tan fuertes que el Gobierno Mexicano destinó a un grupo de agentes federales para su captura. El Chueco ha logrado burlar a las autoridades en al menos dos ocasiones, en una de ellas incluso elementos de la Fiscalía General del Estado acudieron a su domicilio para capturarlo, pero se encontraba resguardado por varios pistoleros que aparentemente ya sabían que irían a buscarlos.
Para varios analistas, la situación de José Noriel Portillo se le complica gravemente ante una sucesión de in infinidad de hechos delictivos como el asesinato de 11 personas en unas carreras clandestinas en el poblado de El Sáuz a finales de abril, hechos que las autoridades no han dado informes hasta el momento.
Una fuente de la Fiscalía General del Estado reconoció que las cosas se han complicado en el estado tras la disputa abierta por la plaza Chihuahua entre los cárteles de Juárez y de Sinaloa, junto con sus brazos armados como son La Línea y Gente Nueva.
Chihuahua es un punto estratégico en el trasiego de drogas hacia Estados Unidos y por ello la feroz disputa por la plaza, particularmente en zonas claves como Ciudad Juarez, Chihuahua capital y las partes sur y noroeste.
Para varios ciudadanos que han utilizado las redes sociales como Twitter, el asesinato de los sacerdotes jesuitas en Cerocahui, Javier Campos Morales, S.J. y Joaquín César Mora Salazar, S.J., ocurridos el pasado 20 de junio dentro del templo de esa población, representa “Una terrible tragedia que refleja mucho de la situación del país con respecto a los grupos criminarles!”.
Otros en cambio, han buscado sacarle raja política a esta ola de violencia en varias partes del país, particularmente en Chihuahua, y se han dedicado a culpar a un sector, cuando de sobra es conocido que en tema como la inseguridad, la violencia, o los enfrentamientos de grupos criminales, es una responsabilidad de todos, sociedad y gobierno, y por gobierno se debe entender que son los tres niveles, el federal, el estado y el municipal.
Según la información que proporcionó el martes la Fiscalía, el 20 de junio además del asesinato de los tres hombres, se produjo el secuestro y desaparición de cuatro personas más. Dos hombres, una mujer y un menor de edad, de los que las autoridades no han informado ningún avance en la investigación. Tampoco han señalado si estas desapariciones están relacionadas con el triple crimen de la iglesia de Cerocahui.
Posteriormente, en un hotel, “El Chueco” tuvo interacción con el guía de turistas Pedro Palma y lo privó de la libertad pero el civil logró escapar.
Pedro escapó y llegó policontundido al templo del pueblo, donde fue auxiliado por los sacerdotes Javier Campos y Joaquín Mora. Los tres fueron asesinados a balazos para luego llevarse los cuerpos que fueron encontrados en la zona conocida como Pitorreal, cerca de San Rafael localizaron los cuerpos de los dos sacerdotes jesuitas y del guía.
Con información de Excelsior, El País y Proceso