El Presidente no encuentra la salida. El frenesí de sus últimos días lo distrae, pero no lo tranquiliza.
Al tiempo que toma venganza con el apoyo absoluto de diputados y senadores, siente que el perseguido es él. Trata de disimular, trabaja como no lo hizo durante sus cinco años y casi diez meses, que culminan con el fin del mes actual.
Pero no duerme, se le ve nervioso, abraza, besa a la gente les acaricia el cabello, trata de ocultar los nervios que no dejan desde que El Mayo está preso.
La información que tiene Estados Unidos él la conoce.
Y tal vez, haya temor de que Eel Mayo la confirme y nuestro vecino del norte decida usarla.
No para meterlo preso, como a Orlando Hernández de Honduras, pero sí para anular su poder en el Congreso y ante Claudia.
Un mensaje que puede llegar o no.
Esperemos el desenlace.
Falta poco, aunque los vecinos a veces se toman su tiempo.
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