La dictadura de los datos, de Brittany Kaiser

FERNANDO MENDOZA J. / Exprés

El año pasado, gracias a la eficiente, oportuna y exquisita participación de la compañía de seguros me quedé sin auto cinco meses, después de un pequeño pero dramático accidente en los campos menonitas. Como no me gusta depender demasiado de otras personas para mis traslados, aproveché la situación gratamente para caminar. Pero tuve que usar la aplicación de Uber en algunas ocasiones.

La utilicé por primera vez para ir de casa a la escuela a las 7 de la mañana. Al día siguiente, me salió el anuncio de la aplicación a las 7 de la mañana. Maldito algoritmo. Durante el período que la usé, a las mismas horas me aparecía el anuncio. 

Lo extraño fue cuando usé Uber por primera vez en domingo. Iba a la Kermés del Seminario, a un lugar a donde nunca había ido en Uber. Entonces abrí la aplicación y me apareció como primera opción ese lugar. ¿Cómo supo Uber o el celular o Google o quién esté detrás de mis algoritmos que iba a ese lugar? No tengo la respuesta ni algún experto consultado, pero me comenzó a dar una comezón en mi conciencia.

La situación empeoró cuando en una plática (hablada para mayor énfasis) comenté sobre algún libro de Ana Clavel. Un comentario al margen, apenas una mención. Minutos después tomo mi celular, abro Facebook y lo primero que me sale es una reseña de ese mismo libro de Ana Clavel que susurré 287 segundos antes… ¿Acaso Facebook escuchó, y repito el verbo: escuchó, mi comentario, fue de chismoso a sus publicaciones y me puso enfrente la reseña que contradecía lo dicho por mí?

El celular me pone enfrente las publicaciones que normalmente leo a la misma hora, me dice cuando salgo de casa que en siete minutos llegaré a mi trabajo y -¡maldita sea!- llego en siete minutos, me dice que no me vaya por la calle 46 porque hay mayor tráfico y que tome la 20 de Noviembre, los sábados me pone los anuncios de los super porque es el día exacto en que hago el super y ahora me pone anuncios de viaje a la playa como si todos los fines de semana viajara a Cancún…

Y todos tan contentos. Yo sigo con mi comezón en la conciencia.

Entonces me acordé de La dictadura de los datos de Brittany Kaiser. La jefa Tere Ortuño me había recomendado la serie basada en este libro, pero las series despiertan mi entusiasmo tanto como las entradas pagadas para ver un partido de futbol de la selección contra el Valencia. Opté por el libro.

La publicidad del texto dice que narra “la verdadera historia desde dentro de Cambridge Analytica y de cómo el Big Data, Trump y Facebook rompieron la democracia y cómo puede volver a pasar”.

Hay no poco de cierto en la frase publicitaria, pero me parece más interesante lo que el libro va descubriendo del detrás de las redes sociales, tanto como para tenerles cuidado. 

La advertencia va en el sentido de toda la información que le damos a las redes sociales y como ésta no solo se usa para nuestra cotidianeidad, sino cómo puede usarse para fines aviesos, que incluso pueden influir en nuestras decisiones trascendentales.

Brittany Kaiser tuvo acceso a personas y a información desde dentro de las redes sociales y pudo descubrir el manejo que se daba a esa información obtenida de los datos que nosotros mismos le estamos dando a cada momento. Y el libro es una alerta.

La dictadura de los datos nos trata de mostrar cómo los datos obtenidos por las redes sociales (hace hincapié en Facebook) influyeron notablemente y de mala manera en las elecciones en las que ganó Trump. Podemos creer o no lo afirmado en el libro, pero no podemos negar la influencia de las redes sociales en las notas publicadas de tal manera que la realidad “real” puede cambiarse para mostrarnos una realidad “no real”. Todo eso con una sutilidad que sorprende.

Este cambio puede ser en pequeña escala que nos haga usar un color de camisa en lugar de otro o usar tenis con saco en lugar del clásica zapato. Pecata minuta. Pero se vuelve peligroso cuando influye notablemente para decidir sobre un candidato u otro o sobre una reforma trascendental en algunos de los poderes de la Nación.

La señorita Kaiser nos advierte sobre el manejo que debemos hacer sobre nuestras redes sociales. Ni ella ni yo pretendemos recomendar no usarlas, pero cuando lo hagamos pongamos la responsabilidad por delante.

Por cierto, gracias a quien maneja mis algoritmos me di cuenta casi de inmediato que la sudcoreana Han Kang había ganado el Premio Nobel de Literatura. No la conozco. Ojalá que cuando la lea me sea tan grato como el año pasado que descubrí a Jon Fosse, el Nobel de 2023. Al fin y al cabo, Facebook ya me dio diez opciones para comprar los textos de Kang. Benditas redes sociales.

Disculpas a mis cuatro lectores, ya que por andar en jolgorios caribeños no me fui posible escribir la historia semanal. Ya les platicaré de la boda del Fer y de la Fer y el baile de Ethan abriendo pista. ¡Hay vida!

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