Una educación, de Tara Westover

FERNANDO MENDOZA J. / Exprés

Aquel alumno, espigado y muy dado a hacer preguntas polémicas, me recibió aquella noche con una interrogante digna de responderse por largo tiempo y acompañado de un buen tequila, El Patrón.

Usted, ¿por qué se hizo profe?

Afiné la garganta, lancé un suspiro largo y profundo y recordé aquella mañana en que me enfrenté a quince chamacos de ocho años que atentos esperaban la primera clase de catecismo a mis tiernos trece años.

Tosí un poco para darme tiempo y coordinar las ideas y palabras exactas que debía pronunciar al tiempo que mi memoria me llevó a aquel salón del Dif Municipal de El Palomar -que ya no existe más- frente a dieciocho señoras que esperaban la segunda clase de primeros auxilios que había organizado Prosalvid, un programa de Juventud de la Cruz Roja, al que pertenecía a mis catorce años.

Puse mi cara de circunspecto ante de responder. Por dónde comenzar. Por esas experiencias de la pubertad o por aquella vez en que el Cheque Pérez en un curso en el viejo edificio del Instituto América me dijo que tenía labia pero que debía cuidarla y usarla siempre para el bien. O por aquella ocasión en que en séptimo semestre de la Facultad alguien me invitó a explicar Conta uno a un grupo de chavos novatos que no entendía ni pío de la partida doble.

Hubiera sido más fácil responder algo así como “porque quería enseñar”, pero no. Me metí en honduras imperturbables. Esto es muy mío. Así soy, pues. Porque quiero cambiar el presente y el futuro de mis alumnos. Dije casi sin respirar.

Apenas lo dije, yo también quedé sorprendido. ¿Solo le pensé o sí lo dije?

El salón esperaba más palabras. Una mayor explicación.

Entonces recordé el libro Una educación, de Tara Westover. Estaba medio escondido a la izquierda de un Compendio Fiscal en el último estante de la derecha junto al ventanal que da al estacionamiento interior del Sanborns de la Ortiz Mena en la joven Chihuahua del siglo pasado. Me había detenido porque me llamó la atención su portada. Tenía puntos en la tarjeta. Salí con la educación bajo el brazo, sin bolsa y con el ticket en la mano para que no me regresaran.

Me atrapó la historia. Tara es una mujer muy valiente, decidida y retadora. Fue educadabajo un régimen muy conservador y tradicionalista. 

Su padre, dueño de un yonque, pertenece a la iglesia mormona fundamentalista. Su madre es la comadrona del pueblo donde vive la familia Westover. Sus hermanos ayudan al padre en el negocio familiar.

Ni Tara ni sus hermanos asistieron a la escuela pública, ya que sus padres tienen la certeza de que a través de esa educación les lavan el cerebro. Reciben en su casa solo los conocimientos que según sus padres deben recibir. Tampoco han hecho ninguna visita al médico ni han recibido ninguna vacuna.

Además el ambiente familiar se torna cada vez más hostil para Tara. Recibe reprimendas constantes de su padre y un hermano que poco a poco se va haciendo cargo del yonque. 

Pero hay una esperanza. Un hermano logra salir del entorno familiar y conoce otra forma de vida. Pide a Tara a hacer lo mismo, dada su inteligencia y sus ganas por aprender.

No será fácil, pero Tara decide hacer el examen para ingresar a la Universidad. No tiene documentos escolares, pero es aceptada. Se abre el mundo para ella. Conoce que hubo una primera guerra mundial, y luego una segunda…

Una educación es un libro para ser tenaz. Es un texto de ida y vuelta. No todo es ascenso. Hay esperanza, pero también terror. Hay presente, pero también una pasado muy pesado que ata para el avance. Hay familia, pero también piedras que impiden caminar. Hay sendero, pero también barrancos que habrá que saltar.

Pero dominan el empuje y las ganas de aprender de Tara.

Todo se debe a la educación.

Tara logra licenciarse, hace maestría y doctorado. Debe dejar ataduras que le impiden avanzar, tiene que dejar la vida junto a su familia, debe dejar sentimientos que la atan al pasado.

Todo se debe a la educación.

Gracias a la educación, Tara logra tener un presente que valga y un futuro que se ve prometedor. Una educación presenta el camino que conduce a un mejor puerto.

Las palabras finales son geniales. Pueden llamarlo transformación. Metamorfosis. Falsedad. Traición. Yo le llama una educación.

¿Por qué me hice profe? Quizá por lo mismo. Cantidad de alumnos han pasado por mis aulas en 35 años de docente. Una gran cantidad de ellos me han superado en conocimientos y  en disfrutar su vida cotidiana. También en la economía. Para eso me hice profe. Para que me superaran, para que cambiaran su vida, para que fueran felices. Y cuando lo logran, algo dentro de mí me dice en mi voz interior: algo hiciste bien. Luego sonrío.

Nos leemos la próxima semana. También hay vino tinto. ¡Hay vida!

4 comentarios sobre «Una educación, de Tara Westover»

  1. Excelente narrativa primo, me identifiqué demasiado con Vos con este tema de ser maestro o como coloquialmente dicen los jóvenes “profe”.
    Es mi juventud mi pasión era estudiar para maestra, pero desafortunadamente a mis 13 años mi madre me dijo que ya era necesario trabajar para sostener una familia de 8 hijos.
    Y ahí empezó una historia de trabajo y estudio a la vez, como muy atinadamente lo nombras; “para tener un presente q valga y un futuro prometedor”. En resumen soy el resultado de una:
    Transformación, metamorfosis, educación…
    Graciassssss y felicidades primo!

  2. Buenos días compa. Qué excelente tema, dedicación y buena voluntad de sembrar semilla….
    Me hiciste recordar aquellas épocas en las que dábamos esas clases de primeros auxilios a adultos, mujeres, solo mujeres… como que los hombres pensaban que no lo necesitaría, ve tu a saber. A mi me tocó el difícil del Cerro de la Cruz.
    A mi me gusta compartir como tú lo dices, cambiar el presente y dar esperanzas para un mejor futuro de los que viene. Detrás nuestro, que me superen, solo que yo soy mas práctico, poco en contra de las líneas de lo que marcan los planes escolares. Soy mas atrabancado. me siento tan útil cuando se que alguien a quien le compartí mis pocos conocimientos y hoy lo veo colocado en un buen puesto en una empresa, en la industria o incluso con una compañía mas grande que mi pequeño changarro.
    ¡Qué maravillosa satisfacción!
    Como tú dices: ¡Hay vida!
    Y como yo digo: avanzamos. A darle con ganas, ¡amonoooossss!

    Un abrazote

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