Ciudad Madera


Víctor Orozco / Exprés


CIUDAD MADERA.- Las grullas son aves espectaculares. Altas, zancudas, de cuello larguísimo, su graznido se escucha a grandes distancias y sus formaciones en vuelo son perfectas. Las miraba desde niño a lo lejos, pues con dificultad permiten el acercamiento. De adolescente y con la insensatez heredada de incontables generaciones de depredadores, intenté cazar alguna con un rifle 22, pero afortunadamente apenas conseguí apuntarles a un kilómetro de distancia. Sin embargo, el pasado 23 de noviembre pude retratarlas en las afueras de Ciudad Madera en donde varias parvadas comían tranquilamente en los rastrojos de avena, alimento por ellas muy gustado. Me trajeron recuerdos y vistas memorables.


Acompañado por Dinorah mi esposa y el profesor Fernando Peña, director del museo de Guerrero, acudí a la ciudad donde existió el aserradero más grande de América Latina antes de la revolución y en cuyos talleres un diestro tornero fabricó el primer cañón usado por los revolucionarios valiéndose del eje de un vagón ferrocarrilero. Me invitó Andrea Chávez, joven senadora de la República y mi brillante ex alumna de Derecho Constitucional en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Ha convocado a la organización de la escuela de cuadros Dr. Pablo Gómez Ramírez, en la cual jóvenes de MORENA escucharon con atención a varios conferencistas, dialogaron y participaron en este interesante esfuerzo por elevar el nivel de sus conocimientos y su capacidad para involucrarse con eficacia en los procesos políticos.
Desde que se fundó este partido e incluso antes de su constitución formal, he impartido una conferencia llamada “Las grandes causas de la izquierda”, misma que se ha renovado, modificado y enriquecido a lo largo de esta década. Recuerdo que la primera vez fue en Ciudad Juárez, invitado por el hoy también senador Juan Carlos Loera de la Rosa, en ese entonces promotor en la formación del partido y en cuyas filas ha sido dirigente nacional y candidato a gobernador del estado.
Es inteligente la iniciativa de Andrea y coherente con el trabajo de conexión social que realiza sin cesar. Retoma una vieja práctica de los partidos de izquierda que sostenían sus “escuelas de cuadros”, palabra en la que resuenan los ecos de aquellos militantes esforzados y entregados a la causa. Acudieron a Madera 68 jóvenes, uno por cada municipio del estado de Chihuahua (dos por Guadalupe y Calvo) e integraron un grupo alegre, vocinglero, gozoso, reunidos en una experiencia que con seguridad permanecerá indeleble en su memoria.
Una virtud de estos encuentros es que abren la puerta para que en la vida de estos jóvenes se entablen contactos, conversaciones, hablas prolongadas entre ellos mismos y con activistas de edad madura o viejos como yo.
Reafirman que en las izquierdas, con todo y sus vicisitudes y mutaciones, se mantienen firmes los principios y objetivos: por la igualdad de oportunidades para todos, por las libertades, por la justicia social, por la racionalidad y en repudio al dogmatismo y a la enajenación que éste entraña, contra el cinismo y la corrupción, por los derechos de las minorías, contra el racismo y la discriminación, por la defensa de la naturaleza, contra la actividad devastadora del capitalismo aferrado al único interés de la ganancia, por la educación y la salud públicas, por la defensa de la soberanía de los pueblos, por el humanismo. Son horizontes que permanecen allí como guías para la acción, ideales que cuando se apaga su llama en los individuos, quedan sólo frías bazofias humanas según la frase lapidaria de José Ingenieros.
Gozamos tres días de convivencia y escuchamos a la propia Andrea Chávez, a Abraham Mendieta, de un dominio admirable en las técnicas de la comunicación política, a Rafael Barajas El Fisgón, quien dirige el Instituto de Formación Política de MORENA, a Marx Arriaga, protagonistas en la edificación de la nueva escuela mexicana, junto con Alejandra Torresleón y Rigoberto Martínez y a otros jóvenes talentosos, expertos en las artes de las modernas prácticas de la comunicación y la politización.
También los discursos de Miguel Torruco, Director Nacional de Promoción al Deporte y Bienestar, de Juan Carlos Loera y de Gerardo Fernández Noroña, presidente del Senado y uno de los dirigentes más reconocidos y populares del movimiento de la cuarta transformación.
Este primer evento de la escuela de cuadros fue sin duda un éxito, cumplió a cabalidad con sus propósitos y eslabona en la fulgurante carrera de la abogada Andrea Chávez, quien además de legisladora avesada, se ha convertido en una formidable oradora política. Desde mi punto de vista, ella, quien representó a la candidatura más votada en la historia de Chihuahua y Juan Carlos Loera, fogueado militante de MORENA y honesto funcionario público, constituyen sendas cartas de triunfo en las próximas elecciones para gobernadora o gobernador del estado. Enhorabuena.
Ciudad Madera, como se sabe, fue el escenario del ataque al cuartel militar por un grupo de guerrilleros al mando de Arturo Gámiz y Pablo Gómez el 23 de septiembre de 1965. Dije en la conferencia que no me place llamarlos víctimas de la represión, porque fueron en realidad combatientes caídos en batalla. Idealistas irredentos, valientes hasta la temeridad, nos heredaron un ejemplo de entrega a una causa entre las grandes de la humanidad: la emancipación de los oprimidos y explotados.
De joven, a mis 19 años, tuve la oportunidad de apoyar este movimiento como parte de una brigada urbana que dirigía el futuro comandante guerrillero Oscar González Eguiarte, fusilado por el ejército tres años después, en septiembre de 1968, en Tezopaco, Sonora. Unos días antes del ataque, escuché a Arturo Gámiz, entre otras expresiones, advertir a los presentes en una casa del barrio del Santo Niño, que nadie debía hacerse ilusiones pensando que la sierra los protegería de las incursiones del ejército, ya que éste podía llegar a cualquiere rincón de la misma, por si acaso alguno deseara arrepentirse.
Esta pléyade de héroes chihuahuenses, también nos legaron una profunda lección: no son éstos tiempos de insurrecciones armadas, ni lo eran los de hace seis décadas. Son épocas de movimientos sociales, de luchas electorales. También y fundamentalmente, de tenaces bregas por los principios que forman y han formado los programas y aspiraciones de las izquierdas, aún antes de que así se les llamara a estas corrientes históricas.
En Chihuahua, como en todo el país, su población alberga enraizados anhelos y amores por la cultura y la ilustración en todas sus manifestaciones. Durante los últimos tres meses visité Guadalupe y Calvo, Valle de Allende y Ciudad Madera. En el antiguo pueblo minero del sur del estado, además de los vestigios de las hazañas de nuestros antiguos trabajadores mineros, capaces de perforar los cerros hasta convertirlos en laberintos subterráneos para extraer el oro y la plata, son admirables el orgullo que sienten sus habitantes por su identidad y su antecesores, como mi amigo Juan Chávez de la Rocha. De igual manera, igualmente encomiabales son sus maestros, comprometidos con el oficio, presumiendo con satisfacción los triunfos intelectuales y deportivos de sus alumnos.
Fui a Valle de Allende, el otrora famoso Valle de San Bartolomé en donde se celebró durante largos años una feria nacional que atraía comerciantes desde el Nuevo México hasta el Bajío, la capital de la Nueva España y luego de la República. Su disputa con Santa Bárbara por el honor de ser la primera población fundada por europeos en estas tierras del septentrión, se parece a la vieja cuestión de que es primero si el huevo o la gallina, porque Santa Bárbara recibió a los pioneros de las minas, pero San Bartolomé a los agricultores que los alimentaban y sin los cuales era imposible que subsistieran.
De Valle de Allende me refiero sólo a uno de los múltiples aprendizajes que recibí en estos días: la casa de doña Rita Soto, sabia genealogista e historiadora de su terruño, que habita una casona ora galería, ora museo, ora archivo histórico, llena de sorpresas y maravillas. Los traigo aquí a colación porque en Madera el abogado Fidel León convirtió la antigua residencia de sus abuelos en otra casa-museo-galería-biblioteca pública, en la cual se pueden leer una gran variedad de títulos cuidadosamente seleccionados.
Mucho se habla en estos tiempos de hechos de violencia, a veces exagerándolos y colocándoles una lupa encima que los magnifica, pero poco o casi nada se difunden estas notables muestras de la vitalidad que late en nuestros pueblos y de los afanes por rescatar y entregar a las nuevas generaciones los tesoros que constituyen las creaciones y buenos hábitos de los ancestros o de los vecinos actuales.
Pues, con sus grullas, sus bosques (aunque menguados), sus gentes, Ciudad Madera me sigue cautivando, como siempre.

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