El PRI y Alito, su dirigente, requieren de una catarsis; hay que prenderse fuego para resurgir de la ceniza. Requieren de esa experiencia que les ayude a purificar las pasiones humanas.
Es común ser víctima de esas pasiones, cuando el poder perturba la mente; nada nuevo, a todos les ha pasado cuando ocuparon posiciones.
El poder puede transformarse en una herramienta extraordinaria para impulsar un país, un estado o municipio, pero también puede convertir, a quien lo ejerce, en un tirano que se oriente por construir un imperio personal.