Alejandro Encinas, Subsecretario de Derechos Humanos, de la Secretaría de Gobernación, culpó, sin tapujos, al Ejército y al militar José Rodríguez Pérez, hoy General Brigadier, primero, por no seguir el protocolo castrense, toda vez, que entre los jóvenes de la normal convivía un soldado, encubierto, qué pasaba por alumno, y cuyo trabajo era informar de las actividades diarias de la Normal. En la segunda acusación Encinas, afirma que este General ordenó asesinar a seis de los 43 jóvenes, 4 días después de las masacres del 26 y 27 de septiembre de 2014. De la primera: Ese protocolo acredita alarma y conlleva una búsqueda inmediata del soldado al enterarse (por él mismo) que estaba en peligro. Pudo salvar no sólo a su compañero, sino a los demás. El Presidente defiende a las fuerzas armadas, y no sólo eso, sino que los ha empoderado en su gobierno, como jamás lo hizo presidente alguno. Escuchar a Encinas debe haberle provocado una cólera contenida y pudo disimular la reacción, que, en los próximos meses, tendrá varios efectos; uno, le pasará factura a Encinas, y 2, convencer a la milicia a través del General Secretario.