El agua, la vida esperada; añorada esperanza de perennes temporales, que cosechan frijol, maíz, y otros alimentos; el agua, intrínsecamente rica y de aguda memoria, viaja llevando consigo lo que está en su camino. Esa vital lluvia que con extraños virajes y cargas, llega alegre y triste, incontrolable remedo humano, en escasez y en abundancia. Lo nuevo, lo viejo, nada altera su alboroto, embalse que desborda, queda satisfecho, lleno. El exceso sigue su curso, no hay obstáculo en el control de la vida, y sigue hasta la meta, y quien controla sus tiempos, deja que juegue, y traviesa se divierte en frenética carrera, deja problemas, desastre y lágrimas de feliz abrazo por la bendición que representa al llenar y al pasar para ir a repechar en otros lares y asegurar la vida.
El mundo, el país, con nuestra región y muchas otras, sufrían sequía moderada y severa, algunos extrema. Ahora con su arribo, los embalses en diferentes estados, entre ellos, Chihuahua se llena. El agua carece de preferencias; visita y queda en Sonora, las bajas, Sinaloa, Coahuila y el hermano Nuevo León, herido, que la esperaba con ansia; ahora tienen ocasión de mitigar problemas y mejorar vida. Acá, el derrame de la Presa Francisco I Madero, nada compara su travieso paso, con el beneficio que deja, o devuelve a la comunidad…