¿Seremos todos iguales? 

Prefiero a la gente mala que a los pendejos. Creo que la maldad puede tener límites.

El presidente no es malo, se nota su bonhomía. Parafrasear al Jefe Diego parece fuerte y creo que lo es.

Pero estoy seguro que los mexicanos nunca han pensado, ni considerado mala persona al presidente.

Lo que él ha hecho puede ser objeto de crítica, y muy dura. Incluso extrema crítica.

Nadie puede preferir un tren sobre la salud de su pueblo.

Nadie puede ofrecer refugio y disculpar a un Ovalle por un quebranto, según palabras del presidente, por 9 mil millones de pesos, en Segalmex. 

Nadie preferiría refinar petróleo por encima de la seguridad de su pueblo.

Los abrazos y no balazos es una política incomprensible, hasta para un escribidor como yo.

Sí, los anteriores eran peores. Lo sé y me avergüenzan.

Fueron décadas de abusos y quebrantos inexplicables.

Pero, al menos había algo, no sé qué tanto, pero había y ahora no hay.

Algo pasa en Dinamarca. O Houston tiene un problema. Tiene que haber una salida.

¿Es Claudia? ¿Es Xóchitl? No lo sé, ojalá lo supiéramos. No yo, todos, para no equivocarnos. Otra vez no. México no aguanta más.

Muertos, desaparecidos, delincuencia organizada, delincuencia gubernamental en sus tres órdenes de gobierno. ¡Carajo!, tiene que haber un límite para la maldad.

¿O será que el otro calificativo es el problema?

No conozco un gobernante que se salve, ninguno de los que he visto gobernar durante mi vida, en el orden de gobierno que sea se salva, repito. 

¿México deberá algo?.

¡Ojalá hubiera una excepción!

¡Ojalá algún día la haya!

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