Crecen los cárteles de la droga en México

El dominio de los cárteles no es nada nuevo, pero sí el sexenio más descarado de cuantos hayan hecho arreglos, que son naturales, si entendemos que hay actividades con las que hemos convivido todos los tiempos. 

La prostitución, el comercio ambulante, las drogas, el alcohol y otras cosas ligadas a la ambición, como la corrupción, el lavado de dinero, fraude, robos, extorsión, secuestro, entre muchas otras actividades que se ingenian las personas en todas las actividades que pueden producir dinero. 

Hay zonas en paz donde se respeta a quien protege y controla esos negocios porque cuidan a los ciudadanos que no se entrometen con sus acciones. 

Ellos no son problema, por el contrario, son el mejor apoyo que todas las versiones usadas para la paz social. 

El problema se presenta por la guerra en el control de territorios y negocios, porque en esas disputas los ciudadanos quedan en medio y son las víctimas. 

Ahí es donde el gobierno debe atender los problemas que tiene aterrado a medio país: prostitución, trata, ambulantes, droga, alcohol, cobro de piso o cuota y delitos muy variados y versátiles. 

La diferencia es el control y cómo preservarlo. 

Aquí viene a mi mente el parafrasear el libro del fiscal de hierro: Coello Trejo, simulando una conversación en cualquier parte del mundo entre autoridad y pillos:

“Yo soy la ley, usted un bandido. Si lo agarro vendiendo lo arresto; si lo agarro transportando, le quito lo que lleva y lo arresto. Si le agarro una bodega, se la confisco y lo arresto; si me lo topo con algo ilícito se lo quito y lo arresto. 

“¿Estamos claros que soy la autoridad y usted un bandido? Ok, entendidos. 

“Pero le agrego algo más: si pelean entre ustedes y empieza la violencia y los muertos, no esperaré a sorprenderlo. No señor, sólo vendré por usted e iré por los demás.

“¿Quedamos claros? Esa autoridad ni espera respuesta. Se va y el pillo se queda pensando…

“¡Ah caray!, tengo que ser muy discreto, cuidadoso y tener claro que trabajo clandestino. 

“Si me agarran, me friegan”.

Es la diferencia de que en los países avanzados no haya tanta muerte… Aunque hay de todo.

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